Cómo ser un padre resiliente: cambia tu perspectiva
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Como padres es necesario tener resistencia, flexibilidad y fuerza interior para recuperarse cuando las cosas no van bien. Existen múltiples factores estresantes en la vida, como antecedentes familiares de abuso o negligencia, problemas de salud, conflictos matrimoniales o violencia doméstica o comunitaria, y factores estresantes financieros como el desempleo, la pobreza y la falta de vivienda. Todo esto puede reducir la capacidad de los padres para hacer frente de manera efectiva a las tensiones cotidianas de criar a los hijos.
Reconócete
Es importante reconocerse a sí mismo e impulsarse en cuatro aspectos:
- Como persona o en familia
- En la escuela o formación
- En el autocuidado
- En la comunidad en general
Los padres deben desarrollar la capacidad de recuperación con sus hijos a diario, enseñando el cuidado personal y manteniendo una rutina diaria, enfatizando lo positivo, construyendo un fuerte vínculo entre padres e hijos, leyendo juntos, promoviendo las habilidades sociales, manteniendo una rutina diaria, fomentando la autoestima y practicando reflexión.
El estrés en sí mismo puede definirse como la percepción de que algo es más de lo que podemos manejar. Cuando enmarcamos los desafíos como superables, los superamos más fácilmente. Cuando los enmarcamos como oportunidades para el fracaso, a menudo fallamos. Eso puede sonar como el consejo más cliché y trillado de la historia, pero es una base de la investigación de resiliencia.
Qué es la resiliencia
La resiliencia depende de cómo percibimos nuestras vidas. Entonces tal vez nos tensamos viendo a nuestra hija en el escenario por primera vez; ansiosos y preocupados, comenzamos a reflexionar. Dentro de esos pensamientos existen capas de suposiciones, perspectivas y filtros mentales: “no la preparé lo suficiente”, “se va a avergonzar a sí misma”, “debo hacer algo para salvarla”, etc.
Si creemos que nuestro papel es proteger a los niños de todo, ese momento en el escenario se vuelve demasiado tenso. Si reconocemos que no podemos proteger a nuestros hijos de cada dolor, pero lo hemos hecho lo mejor posible, la experiencia cambia: “¡estoy casi tan estresada como ella! Espero que vaya bien, pero estoy aquí si no es así”.
La percepción en sí misma es maleable. De hecho, esta idea es como un enfoque del entrenamiento militar de resistencia para los soldados. Los participantes exploran trampas mentales, distorsiones habituales que socavan el bienestar emocional. Estas dificultades pueden representar pensamientos como que pedir ayuda es admitir el fracaso. Incluyen en la catástrofe el peor resultado posible de cada situación o, como alternativa, minimizan e ignoran lo que sea abrumador para ellos.
Un crítico interno que no para de decirte cosas malas, puede hacernos saber continuamente que no somos lo suficientemente buenos para manejarlo. Todas estas distorsiones representan filtros que tuercen la perspectiva y nos alejan de la resistencia.
Con la práctica de la atención plena, aprendemos a mantener estos patrones a la luz y nos preguntamos: “¿qué es válido, si es que hay algo, y qué no es útil? ¿Es nuestra visión inflexible, reactiva o llena de dudas?”. Sin menospreciarnos ni obligarnos a ser anormalmente positivos, nos observamos con curiosidad y nos redirigimos hasta que se desarrollan nuevos hábitos: “ahora está sola en el escenario”, “estoy nervioso pero necesito dejar de hacer lo que crea que es mejor para ella”.
Incertidumbre y cambio de perspectiva
La incertidumbre y el cambio son inevitables en la vida, y lo es aún más para los padres. El instinto nos lleva a preocuparnos y proteger porque nos preocupamos más que nada por nuestras familias. Pero si el único alivio que buscamos es luchar para combatir la incertidumbre en la sumisión, eso causa un estrés innecesario, ya que la certeza nunca ocurre, y el exceso de estrés mina no solo cómo nos sentimos sino las elecciones que tomamos cada día.
Trabajar bajo la percepción errónea de que la preocupación de los padres siempre desaparece solo nos hace sentir peor. No podemos ni debemos aspirar a controlarlo todo. Más bien, podemos cambiar nuestra perspectiva para aceptar que las cosas estresantes suceden una y otra vez. Cuando intentamos arreglar todo lo que enfrentamos y alcanzar una imagen perfecta de felicidad, socavamos nuestras mejores intenciones. La percepción de que la crianza de los hijos o cualquier otra parte de la vida puede ser otra cosa que imperfecciones y cambios nos empuja lejos de nuestro ser más hábil y resistente.
STOP
Trabajar bajo la percepción errónea de que la preocupación de los padres siempre desaparece solo nos hace sentir peor. No podemos ni debemos aspirar a controlarlo todo. Puedes comenzar a separar tu perspectiva de la experiencia misma. Muchas actitudes hacia la adversidad parecen declaraciones objetivas: “esas personas son así”, “mi hijo nunca lo hará”, “no soy el tipo de persona que puede hacer esto…”.
Observa esos pensamientos habituales y pregúntate a ti mismo: ¿Es cierto? Deja de lado tus suposiciones y predicciones por un tiempo y mira qué cambios se producen en tu vida. Intenta ponerte al día con esta sencilla práctica de PARADA con la palabra STOP.
- S. Solo para con lo que estás haciendo
- T. Tienes que hacer algunas respiraciones lentas
- O. Observa lo que sucede a tu alrededor y en tu mente
- P. Piensa en cómo proceder pensando en tu bienestar y en el de los demás.
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