Rosa Parks, su historia contada para los niños
El coraje que cambió la historia: La lucha incansable de Rosa Parks contra la segregación racial
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Existen personas a lo largo de la historia cuyos ideales y acciones han contribuido a que hoy podamos disfrutar de todos los derechos civiles que tenemos. Personalidades tan convencidas de sus valores y con tal sentido de la justicia y la igualdad que no han dudado en plantar cara a las leyes más injustas para crear un mundo mejor.
Dentro de estas personas destacan nombres como Martin Luther King o Nelson Mandela, sin embargo, también hay otros más desconocidos, pero igual de importantes como Rosa Parks, una defensora de los derechos civiles que desencadenó una oleada de protestas contra la segregación racial en Estados Unidos resultando en el fin de las leyes de segregación en el país. Un auténtico ejemplo de coraje, valentía y determinación que los más pequeños de casa deberían conocer.
Vida y lucha de Rosa Parks
Rosa Louise McCauley, que era su nombre completo, nació en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913. Era hija de una maestra y un carpintero. Sus padres se separaron cuando tenía 2 años, y se fue a vivir con su madre y su hermano menor a la granja de sus abuelos, quienes habían sido esclavos y luchadores por la igualdad racial, en su zona. Allí disfrutaba de ir a pescar con sus abuelos y escuchar sus historias de antaño, a la vez que pasaba tiempo en la naturaleza.
Al crecer, Rosa comenzó sus estudios en una escuela local para niñas afroamericanas donde su madre trabajaba como maestra. Sin embargo, mejorar su educación no fue fácil para una niña de raza negra en la Alabama de 1920. Tras superar los grados de primaria, acudió a otro centro para cursar los estudios secundarios y conseguir su diploma de bachillerato, pero su madre enfermó gravemente y Rosa tuvo que dejar los estudios con 16 años para cuidarla.
En este tiempo, Rosa comenzó a trabajar como costurera en una fábrica de camisas de Montgomery, y poco después, conoció a Raymond Parks, barbero de profesión y miembro activo de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas Afroamericanas con quien se casaría tiempo después. Durante esa etapa, Rosa aprovechó y regresó a la escuela, donde finalmente pudo obtener su diploma de bachillerato en 1933, un logro del que siempre estuvo orgullosa.
Desde que iba a la escuela, cuando los alumnos afroamericanos tenían que caminar mientras las autoridades municipales ponían autobuses para los estudiantes blancos, Rosa había sido testigo de la discriminación racial. Sin embargo, a medida que creció las cosas no fueron muy diferentes. Por aquella época, las cosas eran muy distintas para los blancos y los negros: la comunidad afroamericana tenía vetado el acceso a piscinas, restaurantes y numerosos servicios públicos exclusivos para blancos. Iban a escuelas, iglesias, tiendas, bares y hasta ascensores diferentes.
Rosa, como el resto de la comunidad afroamericana, estaba acostumbrada a esa vida, aunque le parecía muy injusta. Hasta que un día, en el que volvía del trabajo, decidió negarle su asiento en el autobús a un hombre blanco. Un gesto que, sin saberlo, provocaría numerosas manifestaciones y derivaría en la derogación de la ley de segregación racial.
Ese día, cuando volvía del trabajo, Rosa subió al autobús y se dirigió a sentarse en la parte de atrás, reservada para la gente “de color”. Consiguió ocupar un asiento, lo que le sentó bien ya que estaba un poco cansada. Sin embargo, pocas paradas después, cuando los blancos ya habían ocupado su zona reservada en el autobús, el conductor optó por quitar una fila destinada a las personas negras e hizo levantar a cuatro personas. Tres lo cedieron, pero Rosa se negó.
Como ella misma explicó en su autobiografía “My story”: “no estaba cansada físicamente, ni más cansada de lo que solía estar al final de una jornada laboral. No era mayor, tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder”. Rosa estaba harta de rendirse, harta de ser tratada como basura. Como resultado, Rosa fue arrestada, acusada de violar la ley de segregación y llevada a juicio.
El gesto de Rosa Parks no fue el primero, fue la continuidad del de otras tres afroamericanas que en ese mismo año habían rechazado ceder su asiento del autobús a personas blancas. Sin embargo, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de la comunidad afroamericana que, aunque pagaba el 70% del billete tenía que soportar graves discriminaciones hasta en los pequeños detalles ya que subían al autobús, pagaban al conductor, se bajaban y volvían a subir por la puerta trasera porque no podían pasar por el lado de los blancos. Más de una vez les cerraban las puertas mientras iban de una a otra y se quedaban en tierra con el billete pagado.
Cuatro días después del suceso, se celebró el juicio. Y, al unísono comenzó una protesta afroamericana, por lo que a su entrada al juzgado Rosa fue recibida por una multitud solidaria con su causa. Tras media hora de audiencia, la declararon culpable de violar una ordenanza local y la sentenciaron a una multa de 10 dólares, que en aquel momento era mucho dinero. Rosa se negó a pagar la multa por considerar ilegal aquella norma.
En tanto, la manifestación seguía y se convocó un gran boicot que llamaba a los afroamericanos a no utilizar los autobuses de la ciudad el día del juicio. Ese mismo día se creó la Asociación para la Mejora de Montgomery con el objetivo de defender los derechos civiles de la comunidad negra. Martin Luther King, quien había llegado hacía poco a la ciudad, fue elegido presidente, y la organización decidió relanzar y prolongar el boicot hasta acabar con la segregación en el transporte público.
No fue fácil. Primero, porque muchos afroamericanos no tenían coche ni posibilidad de compartirlo, por lo que tenían que caminar varios kilómetros para llegar a su trabajo cada día. Y segundo, porque el boicot enfrentó fuertes resistencias segregacionistas y violentas represalias. Sin embargo, su éxito no pudo ser más efectivo: el boicot duró 381 días y concluyó con el fallo del Tribunal Supremo, el 20 de diciembre de 1956, que declaró inconstitucional tal segregación en el estado de Alabama. En 1964, la Ley de Derechos Civiles terminaría prohibiendo la segregación racial en espacios públicos, así como la discriminación en el trabajo y la educación.
Rosa Parks se convirtió entonces en un símbolo para muchos afroamericanos en la lucha por la igualdad de los derechos. Una lucha con la que siguió el resto de sus días hasta su fallecimiento el 24 de octubre del 2005 en la ciudad de Detroit, en Estados Unidos.
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