Reflexiones de una anciana que se siente SOLA
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Nuestros mayores son nuestra vida, gracias a ellos hoy podemos ser quienes somos. Ellos son los que nos han dado la vida, quienes nos han educado y quienes nos han enseñado todo lo que sabemos. Pero parece que el individualismo social es más fuerte que el vínculo emocional que tantos años han ayudado a las personas a convertirse en personas adultas con éxito y bien desarrolladas.
Está claro que hay casos y casos, pero meter a un padre o a una madre en una residencia porque ‘no se tiene tiempo para ellos’, es una decisión bastante dura. Un padre o una madre ha luchado por ti cada día de su vida por estar a tu lado, por darte lo mejor, por ofrecerte la vida que sin ellos no podrías contar.
Es posible que hayan casos de enfermedad donde realmente las personas necesiten una atención médica diaria o quizá existan otros motivos para meter a un padre o a una madre en una residencia que son respetables y aceptables. Hijos que se preocupan por sus padres y que realmente si los meten en una residencia es porque realmente lo necesitan. Pero lo que no se puede tolerar es que después de toda una vida de lucha y de crianza, nuestros mayores se sientan SOLOS.
SOLOS porque no están con los suyos, porque no ven a sus hijos ni tampoco a sus nietos. No pienses que porque tengan monitores y otros ancianos a su alrededor se sentirán acompañados, porque NO es así. Ellos necesitan la cercanía de los suyos, porque para algo son los que iniciaron la familia que ahora, les ha abandonado.
Cuando una persona mayor debe estar en una residencia por los motivos que sean, es deber de la familia hacerles sentir que siempre estarán cerca. Por ejemplo, ir a visitarles cada semana por lo menos un par de veces, llamarles por teléfono cada día, sacarles de la residencia los días de vacaciones si es posible para disfrutar todos juntos… Son muchas las formas en las que una persona mayor puede sentirse bien aunque no esté en su casa rodeado de los suyos. Son muchas las circunstancias familiares pero ninguna es excusable para que una persona mayor se sienta sola pudiendo sentirse acompañado aunque no sea físicamente cada día.
La anciana tiene nombre y apellidos: Pilar Fernández Sánchez
Pilar Fernández Sánchez en el momento de escribir la carta tenía 82 años y vive en Granada. Ella como muchos ancianos tienen que sufrir que el Gobierno dejase de invertir en las residencias de personas mayores más de 7 millones de euros. Pilar, explica en su carta cómo tiene que vivir en una residencia de mayores, donde se siente sola y donde hay otras personas ancianas que están en peor situación que ella.
La carta se llama ‘Lo que tengo y lo que no’ y dice lo siguiente:
Esta carta representa el balance de mi vida. Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12 m2. Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa. Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros, cada tres o cuatro meses; otros, nunca. Ya no hago croquetas ni huevos rellenos ni rulos de carne picada ni punto ni crochet. Aún tengo pasatiempos para hacer y sudokus que entretienen algo. No sé cuánto me quedará, pero debo acostumbrarme a esta soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado, desaparecen con frecuencia. Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué? Cuando estoy sola, puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído. Y eso es todo. Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y pagar a nuestros padres por el tiempo que nos regalaron al criarnos.
Pilar tiene toda la razón del mundo, es necesario que las personas aprendan que el tiempo, sacrificio y todo el esfuerzo que los padres y las madres han hecho por sus hijos para criarlos y para que se conviertan en personas de éxito, se valore cuando sean mayores. No puede acabar toda una vida de lucha en una fría residencia, sin visitas, sin tiempo, sin felicidad. Ya está bien de que personas egoístas dejen abandonados a sus mayores en residencias solo porque les consideran ‘cargas’.
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