¿Debes recurrir al móvil para tranquilizar al niño?
Muchos padres recurren al smartphone o tablet para “calmar” a los niños
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La escena es cada vez más familiar: un niño comienza a llorar, tiene una rabieta o se muestra inquieto y los padres le dan el móvil o celular para que se calme. Como por arte de magia, el niño se sumerge en la pantalla y la intranquilidad desaparece. Sin embargo, ¿se trata de una buena idea? ¿Es conveniente usar el móvil para calmar a los niños?
Un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan se plantearon esas mismas preguntas y, tras analizar a 144 familias con hijos de entre 15 y 36 meses de edad, llegaron a la conclusión de que cada vez más padres recurren a la tecnología para calmar a sus hijos ya que se trata de una estrategia sencilla y eficaz para silenciar sus estados emocionales.
Sin embargo, también descubrieron que la tecnología no hace sino agudizar los comportamientos sociales problemáticos ya que, en el fondo, no es una solución a las dificultades sino un parche momentáneo. De hecho, al facilitarle el acceso al móvil, lo que hacemos es premiar su comportamiento, de manera que es más probable que en el futuro recurra a las rabietas como una estrategia para conseguir lo que quiere.
En el estudio también se apreció que cuanta menos sensación de control experimenten los padres y más frustración con el comportamiento de sus hijos, más probable es que recurran al móvil para calmarles. Eso significa que los dispositivos se han convertido en una estrategia de afrontamiento, tanto para los adultos como para sus hijos.
El uso excesivo del móvil a una edad temprana afecta la atención infantil
Recurrir al smartphone o a un tablet para lograr que los niños se tranquilicen conduce a un uso excesivo de estos dispositivos desde una edad temprana. Por eso, no es extraño que los videojuegos se hayan convertido en el juguete preferido de los niños, quienes no deberían pasar más de 30 minutos delante de las pantallas.
El problema es que los videojuegos contienen imágenes y sonidos demasiado estimulantes, de manera que terminan afectando la atención infantil. En práctica, después de exponerse a ese exceso de colores, movimientos y sonidos, las clases y los deberes escolares no representan un estímulo suficiente para captar su atención, por lo que los niños pierden la motivación y tienen dificultades para concentrarse en el aula.
No aprenderá a desarrollar el autocontrol y lidiar con la frustración
Usar el móvil para que los niños se calmen también tiene consecuencias a largo plazo. Gestionar una rabieta o el llanto a través de la tecnología es una solución momentánea a un problema que tiene raíces más profundas. El móvil no soluciona la actitud que se encuentra en la base sino que la enmascara, desviando la atención del niño hacia una distracción.
Esto significa que el verdadero problema que originó la rabieta, el llanto o la frustración permanecerá sin resolver y probablemente terminará agravándose. Cuando los padres “resuelven” esas situaciones recurriendo a los videojuegos, pierden una excelente oportunidad para conectar con sus hijos, comprender qué les sucede y ayudarles a gestionar asertivamente sus emociones.
De esta manera, le están enseñando al niño a no prestarle atención a sus emociones sino a ignorarlas recurriendo a distracciones externas, lo cual puede aumentar en el futuro el riesgo de que consuman alcohol o drogas, los dos distractores por excelencia que usan los adultos cuando no son capaces de gestionar sus estados emocionales negativos.
Por si fuera poco, recurrir al móvil o celular como una estrategia para acallar las emociones impide que los niños desarrollen el autocontrol, una habilidad esencial para la vida. Un estudio clásico de la historia de la Psicología desarrollado en la Universidad de Stanford reveló que los niños que a los 4 años eran pacientes y sabían controlarse, se convertían en adolescentes independientes, capaces de lidiar con las dificultades y con una buena tolerancia al fracaso. Al contrario, los niños que no habían desarrollado el autocontrol y eran impacientes, se convertían en adolescentes más desorganizados, con menos tolerancia a la frustración y con más problemas académicos.
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