Si quieres que tu hijo comparta, no lo obligues
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La generosidad es uno de los valores que la mayoría de los padres quieren desarrollar en sus hijos. Sin embargo, a veces lograr que el niño comparta puede resultar complicado, lo cual no es extraño si tenemos en cuenta que los niños pequeños tienen una visión muy egocéntrica del mundo y les resulta particularmente difícil ponerse en el lugar de los demás.
De hecho, pedirle a un niño de menos de 3 años que comparta sus cosas es casi como ir en contra de su etapa evolutiva. En esta fase aún no están preparados para ser generosos y empáticos. Por eso, ante la reticencia de algunos pequeños, muchos padres piensan que obligarles es la mejor manera de enseñarles a compartir. Obviamente, ese no es el mejor camino.
La generosidad debe empezar por casa
La generosidad es un valor que se aprende. Los padres pueden aprovechar cualquier ocasión para enseñar a los niños a compartir. Sin embargo, lo cierto es que resulta mucho más fácil comenzar a practicar la generosidad en casa, no con extraños.
Si quieres que tu hijo sea generoso y comparta sus posesiones, es mejor que le animes a hacerlo en el ámbito del hogar, con las personas que ya conoce, con las que ha establecido un vínculo emocional especial y hacia las que se siente más propenso a compartir. Puedes pedirle que comparta su juguete preferido con su hermano, o pedirle que te dé un pedacito de su dulce preferido, por ejemplo.
De la misma forma, es importante que le hagas notar que tú también compartes con él o con otras personas. No olvides que los niños aprenden mucho por imitación y muy pronto son capaces de detectar las incongruencias en los comportamientos de los adultos, por lo que si nota que solo le exiges generosidad a él, pero no encuentra ni rastro en ti, terminará por darse cuenta. Si cada miembro del hogar se aferra a sus cosas y no circula nada de una mano a otra, el niño tampoco querrá compartir sus cosas, sobre todo con desconocidos.
Dale un voto de confianza
Obligar a un niño a compartir sus cosas no promueve la generosidad, más bien potencia la frustración, la ira o la resignación, pero no desarrolla el deseo auténtico de compartir. Por eso, lo ideal es que le propongas compartir, pero dejes la decisión en sus manos. Dile: “¿Podrías prestarle tu juguete a ese niño que te está viendo jugar? Si estuvieras en su lugar, ¿no te gustaría que te prestaran un juguete?” Dale un voto de confianza, es probable que cuando esté preparado, comparta sus cosas.
De hecho, es fundamental que no decidas en su lugar, como hacen muchos padres, quitándoles directamente los juguetes de las manos a los niños para dárselos a otros pequeños. ¿Cómo te sentirías si de repente alguien te quitara el libro que estás leyendo para que otra persona lo pueda leer?
Los niños también se sienten frustrados cuando la decisión de compartir no ha surgido de ellos. Por eso, es importante guiarles y aconsejarles, pero no tomar la decisión en su lugar. Ayuda mucho hablarle de las ventajas que representa ser generoso, como el hecho de que podrá hacer muchos amigos y disfrutar de más juguetes ya que al compartir todos ganan.
La idea es que, poco a poco, el niño comprenda e interiorice las ventajas de compartir y sea capaz de ponerse en el lugar de los demás. De esa manera, el acto de compartir será genuino y le provocará auténtico placer, en vez de ser un acto impuesto que despierta emociones desagradables.
También puedes explicarle que hay cosas que no se comparten. De hecho, es importante que los niños comprendan que hay posesiones de uso personal que no tienen que compartir con otros pequeños ya que no es higiénico.
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