¿Preguntas todo a tus hijos? ¡No seas su esclavo!
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A nadie le gustan las dictaduras donde no se puede pensar con libertad y solo se debe obedecer a una figura de autoridad sin rechistar y acatando a todo. Acatar sin opción a réplica, sin opción a poder decir lo que uno piensa, sin poder hacer nada de lo que uno siente. Las dictaduras es retroceder en el tiempo. En una familia, vivir en una dictadura es lo mismo que vivir con unos padres que son demasiado autoritarios.
En el otro extremo tenemos la democracia. Un lugar donde se puede hacer y decir todo lo que se piensa, porque en una democracia todos deciden y se respeta la voluntad de cada uno, sea cual sea. La mayoría gana, la minoría pierde. El pueblo es el que tiene el poder de controlar a sus gobernantes y éstos, son los que tienen que obedecer a lo que el pueblo decide (en teoría). En una familia, la democracia sería lo mismo que vivir con unos padres que son demasiado permisivos y que preguntan absolutamente todo a sus hijos para poder actuar. Sin la aprobación de ellos, no pueden hacer nada.
Ni dictadura ni democracia
Una familia debe encontrar el punto intermedio entre dictadura y democracia porque no tiene que ser ni una ni otra. Una familia no es ni debería convertirse nunca en un régimen asambleario… Porque los padres se volverían locos y los hijos, también. Los niños no encontrarían en sus padres el punto de apoyo y estabilidad que necesitan para poder crecer y desarrollarse. No es justo que los padres, solo por no tomar decisiones, permitan que recaiga en los niños el peso de decidir.
Los niños necesitan ver en sus padres un referente de autoridad saludable. Una autoridad flexible que les permita dar su opinión pero que al mismo tiempo, sepan que hay unas normas que se deben cumplir por encima de todo. Aunque las cosas se puedan negociar hasta cierto punto, la última palabra la deberán tener siempre los padres, porque ellos, aunque sean flexibles son los que tienen y deben tener la autoridad en todo momento.
Si preguntas a tus hijos, ¡pregunta bien!
Aunque está bien preguntar a los hijos para tener referencia de sus pensamientos, no hay que darles el poder absoluto de la toma de decisiones. Si lo haces, les estarás generando mucha inseguridad en su crecimiento. Por ejemplo: “¿Qué es lo que quieres comer hoy?”, “¿A dónde vamos?”, “¿Qué quieres hacer hoy?”. Son preguntas demasiado abiertas que los niños no deberían tener la absoluta libertad de responder.
Frente a estas preguntas se pueden tener en cuenta otras como: “¿Qué prefieres: ternera o pollo?”, “¿Prefieres ir al parque o a casa de la abuela”?, “¿Prefieres jugar a un juego de mesa o hacer un puzzle?”. En este segundo ejemplo de preguntas, no se le da la decisión absoluta a los hijos… Más bien, los padres escogen dos opciones y éstas son las que los niños tienen, sin más. Son opciones que los padres han pensado con anterioridad y con las que están de acuerdo. Los niños sienten que de algún modo tienen el control de la situación, algo que es saludable para su desarrollo, pero no se les deja toda la responsabilidad de la decisión, algo que no es saludable para ellos.
En este sentido, si le preguntas sobre dos opciones para comer y no quiere ninguna de las dos, la respuesta correcta de los padres sería: “Hijo, es lo que hay”. De esta manera sabrá que puede elegir pero que son esas dos opciones las que hay y no hay más. No hay caprichos ni más flexibilidad que esa.
No permitas que tus hijos decidan todo en el hogar o sin darte cuenta, te convertirás en su esclavo/a y ellos serán unos pequeños tiranos en tu vida. La familia no consiste en que los hijos sean esclavos de sus padres (como en el pasado), ni que los padres lo sean de los hijos… Es importante aprender y darse cuenta de que las cosas pueden ir bien encontrando el punto medio entre dictadura y democracia familiar.
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