¿Es posible que un niño de 1 a 3 años sea agresivo?
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Todos sabemos que los niños nacen siendo un libro en blanco donde se comienza a escribir su historia. Si bien es cierto que la genética tiene su papel en el desarrollo de su personalidad y temperamento, el entorno y la educación que reciben es sin duda, el factor más importante a tener en cuenta. Entonces, ¿es posible que un niño de 1 a 3 años sea agresivo?
Es posible que alguna vez te hayan llamado de la escuela infantil para decirte que tu hijo ha mordido o pegado a otro niño. Es bastante habitual que este tipo de conductas aparezcan a estas edades (de 1 a 3 años), porque es cuando los pequeños comienzan a desarrollar el lenguaje pero no lo dominan del todo.
No son niños malos
No significa que sean niños agresivos o “malos” y ni mucho menos que vayan a serlo en el futuro. Solo significa que aún no han desarrollado sus habilidades lingüísticas y emocionales… Por lo que ante la frustración en una situación concreta, actúan de manera instintiva: atacando para defenderse.
En esta etapa es cuando los niños comienzan a darse cuenta de que son seres independientes de sus padres y que pueden mostrar lo que les gusta y lo que no, lo que sienten o lo que les hace enfadar. Pero claro, además de que les falta ese lenguaje para expresar bien lo que tienen en su mente y corazón, también les falta la capacidad para autorregularse correctamente.
No entienden cuáles son las reglas sociales de convivencia ni tienen las habilidades necesarias para la resolución de conflictos. Tampoco entienden que las acciones tienen consecuencias ni cómo pueden afectar a otras personas. Las emociones que sienten llegan mucho antes que su pensamiento racional, por lo que son impulsivos y se dejan llevar por esas emociones intensas.
Las conductas agresivas
Cuando ocurren las conductas agresivas (mordeduras, rasguños, empujones, patadas…) es la forma que tienen los niños para poder liberar la energía que se ha acumulado a través de esa emoción intensa que no ha sabido canalizar de otra manera.
En el momento en el que las cosas no salen como ellos quieren, es normal que aparezca la frustración. Aunque también pueden aparecer las conductas agresivas cuando los niños pequeños tienen hambre, algo les molesta, tienen sueño, están demasiado estimulados o cansados.
Te necesitan como su referente y guía
El papel de los padres es guiar a los niños en el mundo de las emociones intensas y de la conciencia social. Como padre o madre necesitarás tiempo y paciencia para poder reconducir estas emociones intensas hacia una expresión más acertada y menos problemática. Recuerda que tú eres el mayor ejemplo de tus hijos y que necesitarán que estés a su lado y sobre todo, necesitarán que seas la primera persona que controle las emociones.
Para ayudar a tus hijos a entender sus emociones, primero debes entender las tuyas propias y reducir las conductas negativas o conflictivas para evitar que tus hijos las observen y las repitan en sus vidas.
Aprenderás a manejar esas emociones en ti, en parte gracias a tus hijos, y así, serás su mejor referencia. Por eso, siempre que te encuentres en una situación conflictiva es necesario que respires hondo, mantengas la calma y busques un lugar tranquilo saliendo de la situación que te pone nervioso durante unos segundos.
De esta manera y siendo capaz de expresar tu enfado de una manera saludable, tus hijos entenderán que las emociones intensas se pueden gestionar de otra manera menos agresiva. Cuando tus hijos muestran estas actitudes negativas, es importante que les ayudes a encontrar una alternativa para expresar su enfado, sin que lo repriman, pero que sea saludable para ellos y para los demás.
Del mismo modo, es importante que como padre y madre, ayudes a tus hijos a cubrir todas sus necesidades básicas para que esto no sea un factor desencadenante de conductas agresivas. Y por supuesto, nunca lo olvides: tu hijo será una versión mejorada de ti, tanto hacia lo bueno como para lo malo. ¡Sé su mejor ejemplo en todo!
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