‘Pero, si solo fue un segundo’: Para un niño que se está ahogando cada segundo cuenta
[mashshare icons=»1″]
Basta descuidarse un segundo revisando el teléfono, ir a por un refresco, colocar la toalla en la arena o ponerse bronceador para que pueda ocurrir un accidente fatal. Bien lo saben muchos de los padres de los casi 5.000 niños que mueren ahogados cada año en Europa. Nunca pensaron que perderlos de vista solo un momento pudiera ser tan peligroso y, desgraciadamente, lo aprendieron demasiado tarde.
Por eso, la Asociación Nacional de Seguridad Infantil ha lanzado una campaña para orientar a los padres respecto a la conducta a seguir con los niños en el agua, basándose en la norma 10/20 que aboga por mirar al agua cada 10 segundos y mantenerse a una distancia que se pueda recorrer en tan solo 20 segundos. Esta campaña enseña a valorar la importancia de cada momento y explica lo que puede suceder en esos pocos segundos que descuidas al pequeño que está en el agua.
Para un niño que se ahoga los segundos pasan muy lentos
Bastan 20 segundos para que un niño pueda morir ahogado, pero para el pequeño se trata de una ardua lucha por la supervivencia. Lo primero que ocurre es que el niño no puede mantenerse a flote y se hunde rápidamente en el agua. En ese momento, sus reflejos le hacen contener la respiración, por lo que toda el agua que traga va directamente al estómago, en vez de a los pulmones. Se trata de un sistema de autodefensa que les ofrece la posibilidad de salvarse.
Sin embargo, si en esos segundos no sale del agua, se activa el denominado reflejo de buceo, otro instinto de supervivencia en el que el organismo redistribuye la sangre de forma automática hacia los órganos principales, el corazón y el cerebro, para que estos sigan funcionando. Tras esos instantes bajo el agua el corazón empieza a latir más lento y la respiración se ralentiza para economizar energía y reducir la ingestión de agua.
Sin embargo, pasados los primeros segundos, el organismo no puede seguir conteniendo la respiración, por lo que el agua comienza a pasar a los pulmones y el pequeño entra en un tipo de parada cardiopulmonar, en la que se paraliza el flujo sanguíneo y pierde la conciencia.
Los daños que pueden ocurrir en solo segundos
La gravedad de los daños que se producen en un niño que se está ahogando varía de un pequeño a otro, dependiendo del tiempo de inmersión, del tiempo que estuvo sin oxígeno y de la rapidez con la que se inicien las maniobras de reanimación. En algunos casos el daño es mínimo y en cuestión de días el niño está completamente rehabilitado.
Sin embargo, el 20% de los pequeños que sobrevive a un ahogamiento presenta secuelas neurológicas serias y el 10% de ellos presenta un daño cerebral permanente ocasionado por la falta de irrigación de oxígeno al cerebro. Por lo general, mientras más tiempo ha pasado el niño bajo el agua, mayor es la afectación cerebral. Asimismo, el 15% de los niños que han sufrido un ahogamiento, fallecen antes de ser reanimados.
¿Cómo evitar que un niño se ahogue?
Se estima que aproximadamente el 80% de los casos de ahogamiento infantil se pueden prevenir tomando las medidas adecuadas. El Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones No Intencionadas en la Infancia de la Asociación Española de Pediatría recomienda:
- Supervisar constantemente al niño cuando se encuentre cerca de un entorno acuático.
- Colocar vallas y medidas de protección en las piscinas privadas para regular el paso del pequeño.
- Enseñar a nadar al niño desde una edad temprana.
- Utilizar las medidas de protección, como los manguitos y salvavidas, hasta los 8 años.
- Aprender las técnicas de reanimación cardiopulmonar para socorrer al niño en caso de accidente.
Comentarios