El peligro de etiquetar a los niños
Y las profecías auto-cumplidas
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Muchos padres y adultos tienden a etiquetar a los niños pensando que esto no les perjudica o que incluso llamándoles, «pesado», «lento», «tonto», «despistado», «malo», «tímido»… podrán mejorar comportamientos que a los adultos nos les parecen correctas, pero la realidad que con estas etiquetas sólo se consigue que los pequeños crean que realmente son así y que su autoestima se vea gravemente perjudicada.
Muchos adultos etiquetan a los niños porque se sienten incómodos con el comportamiento o actitudes de los pequeños. Cuando las etiquetas son positivas y realzamos aspectos positivos de una persona «es un líder», «es buen observador» o «es muy tenaz», es mucho mejor para el buen desarrollo de los niños que decir cosas como: «es un listillo», «es un pesado» o «es un cabezón», ¿no crees? Pero hay que tener cuidado con lo que se dice a un niño, porque ellos se convertirán en lo que se dice que son. Si quieres que tu hijo sea brillante deberás decirle que lo es, en cambio si quieres que no se comporte de mala manera, pero le dices: «eres un niño malo», ¿qué crees que puede estar entendiendo?
Las etiquetas son profecías autocumplidas
Las etiquetas no surgen siempre pero cuando se etiquetan en función del comportamiento de los niños o de los comentarios de los demás, ellos pueden pensar que son así realmente. Por ejemplo, si un niño recibe de su maestro que es malo en matemáticas después de una calificación baja, él pensará que no merece la pena esforzarse si es malo en algo… cuando en realidad lo que necesita es motivación y paciencia para entenderlo.
Los adultos deben tener mucho cuidado con las etiquetas que dicen a los niños porque pueden condicionarles su carácter y personalidad y que ellos mismos se sientan incapaces en algo sólo por lo que los demás le han hecho creer que son.
Sin etiquetas negativas mejor
Un niño que se comporta mal, no es un niño malo, es un niño que necesita atención para saber el por qué de su comportamiento, quizá tenga algún problema emocional que deba solucionar. Un niño al que le gusta estar solo no tiene que ser raro, simplemente puede ser introvertido y le gusta disfrutar de la soledad. Si una niña quiere conseguir las cosas por sí misma sin ayuda no tiene que ser cabezona, puede ser simplemente tenaz… y así podría seguir con mil ejemplos más.
Las etiquetas negativas pueden condicionar a los niños, pero tanto las negativas como las positivas. Aun niño que le cuestan las matemáticas, él sabe que le cuesta y no le puedes decir que es brillante en las matemáticas (etiqueta positiva) sólo porque quieras que lo sea, él sabe que no es así, estarías haciendo una etiqueta equivocada. Pero sí necesitará motivación y puede darse cuenta que es capaz, que tiene fuerza de voluntad y que tiene una capacidad intelectual brillante para poder entender las matemáticas si realmente quiere hacerlo.
Hay profesionales que dirán que etiquetar en ocasiones es una necesidad para poder recibir el tratamiento adecuado, pero no debemos mezclar un diagnóstico con una etiqueta. Son dos cosas diferentes. No se deben etiquetar las características individuales o las habilidades de una persona.
El peligro de las etiquetas
Cuando se etiquetan a los niños estás reduciendo toda su persona a una o dos palabras y por esto nunca serán una buena opción. Las etiquetas tienen consecuencias y peligros:
- Ponen en relieve las características negativas de un niño y el niño se cree que es así realmente.
- Las etiquetas no ayudan a que los niños cambien y crezcan. Si un niño es etiquetado como «el payaso de la clase» o «el mejor atleta» siempre sentirá que es así.
- Las etiquetas no ayudan a solucionar los problemas que puedan haber.
- Una etiqueta puede estar equivocada y ser cruel.
- Una etiqueta no tiene en cuenta las cosas que son realmente importantes. Por ejemplo si un niño suspende se dice que es «vago», «tonto», «poco inteligente»… pero no se tiene en cuenta la motivación, la determinación, la capacidad en otras áreas, el interés individual de cada niño, etc.
Las etiquetas son muy poderosas y los niños responden a las expectativas que los adultos depositan en ellos. Si los adultos esperan que lo hagan bien y se confía en ellos, lo hacen. Si no se confía en los niños y no esperan realmente que lo hagan bien, no lo hacen. Es necesario que los adultos sean cautelosos con el uso de las etiquetas, hay que usarlas con moderación, conocimiento… ¡y mucho cuidado!
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