Pasen los años que pasen… Siempre serás mi pequeño
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Si eres madre o padre te habrás dado cuenta que el tiempo pasa tan rápido que ni te das cuenta. Los hijos empiezan a cumplir años, a crecer… y tú con ellos. La vida junto con tus hijos te enseña grandes lecciones y las circunstancias van cambiando tan rápido que hasta te da vértigo darte cuenta. Las cosas cambian, la vida se transforma… Aunque hay cosas que nunca cambiarán por muchos años que pasen: los sentimientos hacia los hijos.
Los hijos no importan los años que hayan cumplido, siempre recordarás el primer momento que le viste, ese primer olor, primer abrazo… Todas sus primeras veces. Porque tu hijo siempre será tu bebé, aunque tenga 40 años y haya formado su propia familia dándote nietos. Aunque sea un adolescente que solo quiere salir con sus amigos, también será tu precioso bebé.
Las primeras veces se convierten en preciados recuerdos
Recuerdas todas esas primeras veces con gran cariño porque se han convertido en grandes y preciados recuerdos en tu memoria. Es posible incluso, que cuando te entre ese sentimiento de nostalgia, las lágrimas recorran tu rostro. Pero no son lágrimas de pena, son lágrimas de felicidad, de ver cómo tus hijos han progresado, cómo crecen, cómo son personas… Cómo han crecido a tu lado y gracias a ti. Son tu orgullo, tu vida.
Tu amor incondicional hacia tus hijos empezó a convertirse en el amor más puro desde que estaban desarrollándose en tu vientre. Porque un amor de madre se siente desde el momento en que se sabe que se está embarazada. No dejemos de lado el gran amor de los padres, unos padres involucrados en la crianza de sus hijos también sentirán que sus pequeños serán siempre sus bebés.
El amor hacia un hijo solo crece
Dicen que el amor hacia un hijo nunca cambia, que siempre permanece estable. La realidad es que el amor hacia un hijo sí se transforma, porque siempre va a más, nunca hacia atrás. El amor hacia un hijo es incondicional, es el amor más puro que existe y también, el más fuerte e indestructible. No hay nada que se pueda interponer entre los hijos y una madre o un padre que ama a sus pequeños (tengan la edad que tengan) con todo su corazón. Es un amor real, un amor eterno… Un amor que perdura de forma permanente.
Una madre y un padre siempre verán a sus hijos como un ser inocente… Un ser al que hay que enseñarle todo para que se defienda, un ser al que hay que proteger para que camine en la vida. No importa lo independiente que se haya vuelto, lo fuerte o el éxito que haya conseguido en la vida, este sentimiento de protección paternal y maternal nunca se agotará. Una madre siempre defenderá a sus hijos, con uñas y dientes sin importar la tormenta que se aproxime. Pero ojo, defender a los hijos no significa salvarle de los obstáculos, sino dotarles de las herramientas necesarias para que sepan cómo caminar en el sendero de la vida.
Una madre siempre será madre
Una madre desde que se convierte en madre lo será hasta su último aliento. La naturaleza o la conexión de almas tendrán la culpa, pero el sentimiento de ser madre (y padre) no se puede cambiar por nada del mundo, no se puede comparar… Simplemente existe, simplemente es lo más real que una mujer puede sentir por otro ser. El amor más puro jamás conocido se conoce al fin cuando sale el amor verdadero de las propias entrañas.
Un hijo es el motor que empuja a seguir hacia adelante, es la fuerza que nos impulsa a mejorarnos, a ser una versión superior de nosotros mismos. Nos cambia la vida con su llegada, nos transforma la existencia, pero también por dentro (y por fuera). Pero los hijos sin duda, son el mejor regalo que la naturaleza nos puede ofrecer.
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