¿Por qué nunca debes hacer comparaciones entre hermanos?
Evita hacer comparaciones entre hermanos si quieres una buena armonía familiar y una buena relación entre ellos
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Hacer comparaciones entre hermanos es una de las peores cosas que podemos hacer para el bienestar de nuestros hijos: de los dos. Además de las consecuencias psicológicas que puede tener este comportamiento por parte de los padres, el vínculo familiar se daña, sobre todo, porque los hermanos no van a construir una relación fuerte y basada en la confianza. ¿Quieres más motivos por los que debes dejar de hacer esto si es tu caso? Nosotros te lo contamos.
¿Cuáles son las consecuencias de comparar a nuestros hijos?
Las comparaciones son odiosas y, además, son despectivas. No solamente ponemos a uno de nuestros hijos en una posición de inferioridad, sino que estamos dando poder al otro hermano: le hinchamos demasiado el ego, cree que es mejor que su propio hermano y que puede hacer con él cuanto quiera. Además, es muy posible que el hermano al que beneficiamos acabe por desprestigiar y humillar al otro. Sin duda alguna, en ambos casos, las consecuencias psicológicas pueden ser muy difíciles de reparar una vez estos sean adultos.
Complejo de inferioridad
Como hemos dicho, una de las principales consecuencias de comparar a los hijos es que fomentamos un complejo de inferioridad en aquel al que no tratamos por igual. La persona que se siente poco valorada y se la coloca en esta posición, tiene muchos problemas a la hora de confiar en sí mismo y desarrollar una buena autoestima. Por ello, muchísimos hermanos que han crecido en estas situaciones acaban siendo personas muy dependientes, inseguras y con graves problemas de relación en su edad adulta.
Repercusiones psicológicas
El complejo de inferioridad, lógicamente, va a tener consecuencias en la edad adulta. Sin embargo, estas empezarán a hacerse presentes durante la infancia y la adolescencia. Así, podemos encontrarnos con que uno de los hijos sea completamente pasivo, mientras que el otro adopte una actitud desafiante ante todos. Del mismo modo, no será complicado ver cómo una falta de atención o un ego exagerado acaba en situaciones de acoso.
Cuando se dan estas circunstancias, las conductas pueden ir más allá del hogar y pueden afectar a todo el entorno de los niños. Esto por no decir que el hermano que se considera inferior puede acabar siendo víctima de múltiples delitos a lo largo de su vida por entrar en situaciones poco sanas dada la sensación de que no merece más.
Falto de cariño y amor: el apego desaparece
El apego entre padres e hijos se pierde por completo cuando hay comparaciones entre hermanos y por parte de los dos. Por un lado, el hermano “inferior” no se siente amado ni protegido, por lo que irá alejándose de la familia y se irá encerrando en sí mismo. No hace falta mencionar que esta situación lleva a la falta de comunicación, lo que abre la puerta a situaciones complejas y peligrosas para el niño en el futuro. Por otro lado, el hermano “superior” también acabará por desapegarse, ya que puede caer en el error de pensar que es mejor que sus propios padres, que sabe más que ellos e, incluso, que no los necesita.
El vínculo familiar se verá dañado
Con el daño al apego, el vínculo familiar también se verá afectado en su totalidad. Por un lado, los niños se alejarán de los padres, aunque será por motivos diferentes. Y, por otro lado, la relación entre ellos nunca será buena. El vínculo familiar se verá dañado, lo que repercutirá en la relación entre los hermanos. En lugar de establecer lazos sólidos basados en la confianza, pueden surgir rivalidades y resentimientos que perduren a lo largo de sus vidas. Esta situación podría entorpecer la capacidad de los hermanos para apoyarse mutuamente, lo que a su vez afectaría la dinámica familiar en su conjunto.
Situación de celos
Al existir, claramente, una preferencia hacia uno de los dos hijos, es muy posible que se vivan situaciones extremas de celos. No es raro ver, en las familias en las que hay favoritismos, problemas con actitudes desafiantes, disociales, rabietas y berrinches, mentiras e, incluso, falta de empatía. Dadas estas situaciones, las peleas y las discusiones pueden llegar a ser constantes, creando familias desestructuradas y disfuncionales.
¿Cómo evitar los celos entre hermanos y las comparaciones?
Si nos damos cuenta de que, por error, hemos caído en esta situación de desigualdad entre hermanos, es necesario subsanarla rápidamente. Para ello, hay una serie de consejos que pueden resultar de lo más útiles:
Comunicación abierta y sincera
Lo primero es transmitir a los hermanos que el amor que sienten los padres hacia ellos es ilimitado y por igual. Pese a que seamos conscientes de nuestro error, debemos evitar hacer referencia a él directamente a no ser que la situación sea muy preocupante. En este caso, es importante pedir perdón al hermano que ha sido comparado sin que ello perjudique la relación con el otro. A partir de este momento, es vital hacer un esfuerzo para no volver a hacer comparaciones.
Alabar los logros de ambos por igual
En este punto, no hace falta decir que los padres deben estar al lado de ambos hermanos y pendientes de ellos por igual. Esto implica que ambos deben tener su atención y que los progresos de ambos deben ser recompensados. Aquí es fundamental hacerlo por igual, evitando comprar cosas más caras a uno que a otro, por ejemplo.
También es crucial saber identificar las fortalezas personales de cada uno de los hijos y hacerles conscientes de ellas. Debemos educar a los niños en la responsabilidad y el respeto hacia la diferencia y hacerles comprender que cada persona es única: ni mejor ni peor, porque alguien puede ser muy bueno en algo y malísimo en otra cosa, y viceversa.
Las comparaciones no son del agrado de nadie y, menos, de los niños. Con un poco de empatía, los padres podemos darnos cuenta de todo lo que sucede alrededor de nuestros hijos y detectar situaciones que puedan hacerlos vulnerables y merecedores de menos amor y atención. Detectada una situación similar, el primer paso es establecer una comunicación abierta y sincera, evitar volver a caer en el mismo patrón e identificar las fortalezas de cada uno de los niños. Debemos tratarlos por igual, entendiendo sus diferencias y alabando sus logros.
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