Un niño necesita límites para crecer felíz
Para la felicidad de un niño es necesario tener límites en casa
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Todos los niños necesitan límites. De hecho, aunque en el imaginario popular los límites tengan una impronta negativa, lo cierto es que permiten que el niño se sienta seguro. Un niño sin control es como un barco sin timón, cuando no hay parámetros se pierde el rumbo y crece la confusión. Cuando dejamos que los niños hagan lo que les apetece, contribuimos a que desarrollen una autoestima baja y una baja tolerancia a la frustración.
¿Cómo hemos llegado a este punto?
Durante muchas décadas los padres educaban a sus hijos recurriendo a una disciplina estricta e incluso al castigo físico. Más tarde, cuando se demostró que este método de enseñanza no era el más adecuado, se asumió una “pedagogía de la permisividad”.
Esa estrategia educativa ha hecho que los niños se queden estancados en una etapa de su desarrollo, caracterizada precisamente por un elevado nivel de narcisismo. La crianza indulgente y sin límites da lugar a niños que tienen dificultades para asumir sus responsabilidades y que quieren anteponer continuamente sus necesidades a las de los demás.
Por eso, no es extraño que uno de los motivos de consulta más frecuentes en los gabinetes de Psicología Infantil sean las rabietas, los ataques de ira y la agresividad de los niños. En muchos casos estos problemas están causados por la falta de límites, son al reflejo de pequeños a los que nunca se les ha puesto contención y siempre han logrado lo que se proponían.
¿Cómo deben ser los límites?
Algunos padres piensan que los límites implican quitar la libertad y la espontaneidad. Sin embargo, en realidad no es así. Cuando los límites se aplican de manera correcta permiten que la dinámica familiar fluya con mayor naturalidad y hacen que los pequeños se sientan más seguros y confiados. Por eso, los límites deben ser:
- Sencillos y concretos. Es importante que los niños comprendan qué se espera exactamente de ellos. Los padres deben explicarles las reglas con un lenguaje sencillo, acorde a su edad. Por ejemplo, en vez de decirle que debe recoger todo, pídele que recoja la mesa después de comer y que guarde sus juguetes cuando termine de jugar.
- Firmes y coherentes. Para un niño, no hay nada peor que la inconsistencia educativa. Si un día le permiten dormir en la cama de los padres y al día siguiente se lo prohíben, el niño se sentirá confundido e intentará medir fuerzas. Por eso, se recomienda que en todo hogar haya pocos límites pero que estos sean claros y se hagan cumplir, sin excepciones.
- Con consecuencias directas y proporcionadas. Cuando el niño no cumple una regla importante, debe ser consciente de que esa conducta tiene consecuencias. Los padres deben cerciorarse de que el castigo o la reprimenda sea proporcional al error que ha cometido el niño, no deben exagerar. De la misma forma, es mejor que el regaño llegue inmediatamente, no horas después.
Además, es conveniente que los padres eliminen las tentaciones. Por ejemplo, si le dices a tu hijo que no puede mirar los dibujos animados hasta que no termine los deberes, no deberías encender la televisión. En la medida de lo posible, es conveniente evitar esas pequeñas distracciones o tentaciones que pueden llevarle a romper las reglas.
Por otra parte, también es fundamental que los niños comprendan la importancia de respetar esos límites. Puedes explicarle, de forma sencilla, por qué no debe tocar los enchufes de la electricidad o por qué no debe pegarle a su hermano.
En todo caso, recuerda que los límites están para facilitar la convivencia familiar y lograr que el niño se sienta seguro y sea capaz de respetar a otras personas. Eso significa que tu casa no debe convertirse en un cuartel militar. Se debe encontrar un justo equilibrio entre las reglas y los límites y la flexibilidad y la espontaneidad.
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