Mamá, no me pegues más
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“Mamá, no me pegues más” no es el título de un libro de concienciación, ni tampoco de una película de terror, se trata de los gritos de desesperación de una niña en Zaragoza en una triste madrugada y que por desgracia, acabó en la UVI. Esta pobre niña de tan solo 4 años recibía palizas de su madre, madrugada sí y madrugada también. La niña gritaba de dolor, pero ninguno de sus vecinos hizo nada en todo ese tiempo.
Mamá, no me pegues más que no lo vuelvo a hacer
«Mamá, no me pegues más que no lo vuelvo a hacer” decía la pobre pequeña de 4 años rogándole a su madre mientras ésta le pegaba golpes. A la niña la llamaremos “Sara”, no vamos a desvelar su nombre real. Su madre se llama Elena Yebra y es española de 35 años. Ella fue detenida por pegar a su hija. Su novio rumano de 30 años, llamado Constantin Mircea también confesó haber pegado palizas a la niña… sobre todo la última, que fue la que mandó a la niña a la UVI casi muerta con graves golpes en la cabeza. Solo dijo en “su defensa”: “Esta vez se me fue la mano”.
Lo peor de todo es que los vecinos se lo veían venir, sabían de algún modo que esto a Sara le iba a pasar antes o después porque las palizas y malos tratos eran habituales en esa vivienda. Pero entonces, ¿por qué nadie hizo nada para evitarlo? A la madre de Sara le quitaron la custodia de otros dos hijos que tiene, dos niños de 11 y 9 años a los que en 2010 se los llevaron para proteger sus vidas. La pequeña Sara no tuvo tanta suerte pero lo que está claro es que se podía haber evitado. Nadie quiere dar explicaciones sobre por qué Sara estuvo tan desprotegida.
La casa del infierno
La madre tiene un trastorno límite de la personalidad, no se habla con sus padres, toma drogas, no tiene trabajo y vive de las ayudas de la administración. Los vecinos la tachan de persona problemática porque grita y vacila a las personas sin motivo. Estaba fichada por la polícia por las quejas de los vecinos ya que en su casa parece que se vendía drogas y se montaban fiestas.
Se vivía de manera indigna en la vivienda, con colchones por el suelo y sin apenas muebles. La pequeña era muy risueña con lo vecinos y siempre saludaba a las personas que se cruzaba, pero la madre la reñía siempre para que se callase o le tiraba del brazo con fuerza.
Elena además también tenía problemas con sus parejas. Estuvo varios años con un chico rumano que se llamaba Ioan y éste es el padre de los dos primeros niños que le quitaron. Siempre tenían peleas, gritos o agresiones. A Ioan le pusieron una orden de alejamiento y ella se quedó sin la custodia. Pero le dejaron de manera inexplicable a su hija menor.
A su novio actual, “al que se le fue la mano”, nadie lo conocía en el edificio porque estaba desde hace poco con ella. La justicia no hizo nunca nada para defender a Sara, quien se pasaba noches descalza en el rellano sola porque su madre la castigaba “por portarse mal”.
La niña gritaba de dolor, rogando que le dejasen de pegar. ¿Por qué nadie hizo nada por Sara? Nadie responde.
La fatídica noche
Nadie sabe exactamente qué pasó esa noche en la vivienda de Zaragoza, lo que sí se sabe es que los gritos de dolor de Sara eran habituales y nadie se asombró. Parece que al día siguiente alguien llamó a la policía porque la niña estaba mal y los vecinos creen que fue el nuevo novio de la madre, Constantin, y éste después confesó haber sido el autor.
Cuando llegó la policía no había nadie y al forzar la puerta se encontraron a la niña medio muerta. No murió pero le faltó muy poco, fue operada de urgencia, los médicos lloraban de pena al verla. La madre y el novio fueron detenidos, él confesó y ella le echó la culpa a él.
La niña está fuera de peligro pero nadie asegura que no tenga secuelas permanentes por todas las palizas recibidas. Ha estado desprotegida, todos la escuchaban pero nadie hacía nada. La sociedad lo sabía y todos miraban hacia otra parte. Sara estaba abandonada a su suerte y no debería volver a ocurrir jamás un caso de este tipo.
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