Madres tóxicas: ¿Cómo no convertirte en una de ellas?
Perfiles de madres tóxicas y soluciones
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Los hijos representan una parte importante en la vida de sus madres. Sin embargo, todas las madres no son capaces de expresar ese amor y preocupación de la mejor manera. De hecho, algunas adoptan comportamientos demasiado sobreprotectores o controladores. De esta forma, aunque su objetivo es cuidar y proteger a sus hijos, terminan limitando sus potencialidades y su desarrollo. En esos casos podemos hablar de “madres tóxicas” ya que en vez de estimular el crecimiento de sus hijos, afectan su equilibrio emocional.
Obviamente, estas madres no suelen comportarse de forma tóxica intencionalmente. En ocasiones esos comportamientos están determinados por los rasgos de su personalidad. De hecho, muchas de estas mujeres tienen un carácter dominante muy fuerte, por lo que necesitan mantener a sus hijos bajo control. En otros casos se trata de mujeres que no saben expresar adecuadamente sus sentimientos porque de pequeñas les enseñaron que estos son una señal de debilidad. Por eso, prefieren marcar una distancia emocional, que en teoría debería servir para que sus hijos sean más fuertes, pero en realidad termina dando lugar a niños inseguros y demandantes de afecto.
En otros casos, los comportamientos tóxicos simplemente han sido heredados. Es decir, se trata de madres que repiten el patrón con el que fueron educadas, sin darse cuenta de que así perpetúan comportamientos dañinos para sus hijos. En cualquier caso, normalmente esas actitudes tóxicas esconden una gran inseguridad y son, de cierta forma, una manera de reafirmarse en el rol de madres.
¿Cuáles son los tipos más comunes de madres tóxicas?
1. Controladora
Estas madres no reconocen que sus hijos son independientes y que tienen el derecho a tomar sus propias decisiones, ni siquiera cuando crecen. En estos casos, el hijo se convierte en una extensión de ellas mismas y, por tanto, debe estar dispuesto a hacer lo que su madre quiera. Estas madres pretenden controlar cada aspecto de la vida de sus hijos, incluso lo que deben pensar y sentir. Como resultado de ese control excesivo, el niño desarrolla una gran inseguridad y sentimientos de impotencia.
2. Despectiva
Son madres que ignoran continuamente los logros de sus hijos pues consideran que los elogios los malcrían. Si sus pequeños hacen algo que merezca que se sientan orgullosas, no le prestan atención al esfuerzo o minimizan los resultados alcanzados. Sin embargo, los niños necesitan que sus madres reafirmen sus cualidades, solo así podrán formarse un buen autoconcepto. Por eso, la falta de atención materna suele dar lugar a niños con problemas de autoestima que piensan que son indignos de recibir atención y tienen una enorme necesidad de sentirse amados.
3. Ausente
Las madres distantes emocionalmente no son capaces de brindarles a sus hijos el amor, el cariño y la atención que estos necesitan. Estas madres, aunque en el fondo quieran a sus hijos, no les transmiten la confianza y la seguridad necesarias para que estos puedan desarrollar un apego seguro desde pequeños. Como resultado, los niños que han crecido con una madre ausente emocionalmente suelen experimentar un gran malestar y confusión. Cuando crecen, les resulta difícil lidiar con la sensación de fracaso y las decepciones e incluso pueden sentirse culpables por ser felices.
4. Competitiva
Son madres que mantienen una relación superficial con sus hijos porque están demasiado centradas en sí mismas. No se enfocan en las necesidades de sus pequeños ni le brindan la confianza y el cariño que necesitan para crecer y sentirse seguros. Una madre competitiva demandará mucha atención para sí misma, pero por mucho que su hijo se esfuerce, nunca podrá complacerla. Estos pequeños terminan desarrollando una personalidad retraída porque tienen miedo a equivocarse y a menudo se imponen estándares demasiado altos y difíciles de conseguir.
5. Envidiosa
Se trata de madres hipercríticas que denigran a sus hijos por cualquier motivo ya que sienten celos de sus logros. Estas madres ven a sus hijos como rivales y a menudo generan en ellos culpa y vergüenza para mantenerlos controlados. Su estrategia consiste en minimizar sus victorias y logros, haciéndoles sentir mal o culpándoles por su propio fracaso. Evidentemente, estos niños terminan desarrollando una autoestima muy baja y se culpabilizan constantemente.
Tres consejos para evitar convertirte en una madre tóxica
1. Identifica los comportamientos tóxicos
En realidad, todos somos, en mayor o menor medida, personas tóxicas ya que podemos comportarnos de forma controladora, competitiva o distante sin darnos cuenta. Por eso, el primer paso, y probablemente el más importante, es percatarse de que tú también puedes ser una madre tóxica o, al menos, poner en práctica actitudes que pueden ser dañinas para tu hijo. Por consiguiente, reflexiona sobre el tipo de relación que mantienes con tus hijos y piensa si algunos de tus comportamientos, en vez de ayudarles a desarrollar todo su potencial, se convierten en un lastre para su desarrollo.
2. Rompe el ciclo de toxicidad
Si tu problema es que eres demasiado controladora o competitiva, debes tener en cuenta que tu hijo no es una extensión de ti, tiene derecho a tomar sus propias decisiones y a cometer sus propios errores. Por tanto, evita anteponer continuamente tus necesidades a las suyas e intenta darle más libertad para que aprenda a ser autónomo. Si tu problema es que no sabes cómo expresar tus sentimientos, bastará que te abras poco a poco y que comiences a decirle a tu hijo cuán importante es para ti. Considera que a veces un abrazo, una caricia o una mirada valen más que mil palabras y transmiten muchísima emoción.
3. Estimula la comunicación
Fomentar la comunicación con tu hijo es clave para mantener a raya los comportamientos tóxicos. Si tu hijo tiene confianza para expresar lo que necesita, será el mismo quien te indique cuándo te estás pasando de la raya. Por eso, es fundamental que desde pequeño le des libertad para expresar sus emociones e ideas. A la vez, es conveniente que hables con él y le cuentes tus expectativas ya que es importante que los niños sepan qué se espera de ellos. Por último, ante un conflicto, no impongas tu voluntad, intenta negociar de manera que ambos salgáis ganando.
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