Educación

¿Cómo influyen en los niños las bromas pesadas de los adultos?

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Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

¿Sabías que los niños ríen hasta diez veces más que los adultos? Un pequeño puede reír hasta 400 veces al día, pero el adulto más alegre apenas supera las 100 sonrisas diarias, llegando a una exigua media de 25 sonrisas.

Los niños no nacen con sentido del humor, lo desarrollan a medida que crecen

Es cierto que los niños ríen a menudo, pero tienen un humor muy sencillo porque no son capaces de comprender ni reproducir estructuras narrativas más largas y complejas. En un primer momento, los bebés ríen simplemente porque imitan a sus padres. Es lo que se conoce como “humor pro social”. A los 6 meses, los pequeños no son capaces de encontrar algo divertido, pero buscan la reacción de sus padres y la imitan como un mecanismo para ser aceptados.

Cuando entran en la etapa preescolar y comprenden las primeras reglas, la violación de las mismas les empieza a divertir. Más tarde, a medida que van creciendo y se apropian de la Teoría de la Mente y de elementos comunicativos más sofisticados, van comprendiendo los juegos de palabras y pueden decidir autónomamente si las bromas les parecen divertidas o no.

Sin embargo, lo que debe quedar claro es que las bromas pesadas no suelen ser bien recibidas, ni por los niños ni por los adultos. Y a veces no solo son de mal gusto sino que pueden crear un profundo malestar en los niños.

Inseguridad y angustia: Los daños que las bromas pesadas causan a los niños

Bromas como “A tu padre se lo ha comido el lobo” o “Tu madre se ha ido a vivir a otro planeta y no vendrá a por ti nunca más” son ideas que los niños pueden asumir como verdades ya que no comprenden que no pueden suceder realmente. Cuando el niño procesa esa terrible noticia, no se ríe, no le hace ninguna gracia, al contrario, se angustia. De hecho, existen muchos adultos que aún recuerdan esas bromas desagradables puesto que se grabaron con fuego en su mente, convirtiéndose en uno de sus principales terrores infantiles.

Los niños tienen un pensamiento mágico, lo cual significa que en su mente todo puede suceder. Por eso, las bromas pesadas sobre sus padres, que son su principal fuente de apoyo y seguridad emocional, suelen ser extremadamente desestabilizadoras. En sentido general, cualquier broma que pueda representar una fuente de ansiedad y angustia ya que socava los cimientos de la confianza infantil, puede terminar convirtiéndose en un miedo que atenace al niño, sobre todo si esas bromas se repiten a menudo.

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Ese tipo de bromas también pueden generar una sensación de culpa. No debemos olvidar que el mundo infantil es altamente egocéntrico y autorreferencial, lo cual significa que para el niño, todo gira a su alrededor. Por tanto, si le decimos bromeando que alguien querido ha sufrido un daño, es probable que el niño se pregunte si ha sido culpa suya y termine creyendo que es así.

Los niños también merecen respeto

Los niños, al igual que los adultos, merecen respeto. No debemos sentirnos superiores solo porque somos personas mayores, con más conocimientos y experiencias de vida. Es cierto que puede ser simpático ver la cara de angustia de un niño ante una broma pesada, pero eso implica jugar con sus sentimientos, una actitud que no es admisible bajo ninguna circunstancia.

Si queremos que los niños se conviertan en adultos respetuosos, debemos tratarlos con respeto y protegerlos, no convertirlos en la diana de bromas pesadas que afecten su equilibrio emocional. En su lugar, debemos pensar qué nos ha motivado a realizar ese tipo de bromas. Es probable que se deba a que no encontramos otra manera más asertiva para comunicarnos con el niño.

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