¿Por qué es importante actuar ante los trastornos mentales severos a una edad temprana?
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Muchos de los trastornos mentales severos comienzan a manifestarse durante los primeros años de la infancia, pero a menudo pasan desapercibidos. A veces los síntomas suelen enmascararse detrás de las típicas conductas infantiles y la inmadurez intrínseca a este período del desarrollo, lo que conlleva a un diagnóstico tardío. Sin embargo, detectar un trastorno mental severo a una edad temprana y empezar a tratarlo cuanto antes es fundamental para atenuar los síntomas, ralentizar su desarrollo y ayudar a los niños a adaptarse a su entorno.
¿Qué es un trastorno mental severo?
Los trastornos mentales severos o graves son aquellas alteraciones crónicas con un patrón de síntomas psicológicos y del comportamiento que conllevan un grado variable de discapacidad y disfuncionalidad social. Por lo general, tienen una predisposición genética y/o hereditaria, a la vez que pueden deberse a alteraciones bioquímicas, cerebrales o a la aparición de problemas durante el embarazo o el parto.
A diferencia de las alteraciones mentales leves, los trastornos severos tienen una evolución crónica y sus síntomas suelen intensificarse con el paso del tiempo, sobre todo si no se tratan. Asimismo, suelen afectar el adecuado desarrollo infantil y el proceso de aprendizaje, repercutiendo en muchos casos en el equilibrio emocional de los pequeños y sus relaciones sociales con sus coetáneos.
Dentro de los trastornos mentales severos se incluye por ejemplo la esquizofrenia y el trastorno bipolar, así como los trastornos de la personalidad, los trastornos del neurodesarrollo como el trastorno del espectro autista y gran parte de las alteraciones neurocognitivas como la discapacidad o retraso mental.
¿A qué edad se diagnostican los trastornos mentales severos?
La mayoría de los trastornos mentales severos suelen diagnosticarse al final de la adolescencia, pero también hay muchas patologías que se detectan a una edad temprana en la infancia como por ejemplo el trastorno del espectro autista y la discapacidad o retraso mental. Asimismo, alrededor de los 7 u 8 años, a veces antes, también es posible detectar algunos síntomas incipientes de un trastorno mental severo.
Los cambios bruscos y frecuentes de humor y las conductas agresivas a edades tempranas, por ejemplo, pueden ser un signo de un posible trastorno mental severo, sobre todo si se acompañan de otros signos como alteraciones en el aprendizaje o problemas cognitivos. De la misma manera, las conductas autoestimulatorias, las autolesiones, la hipersensibilidad a los estímulos del medio, el retraimiento o poca expresión facial podrían ser otros indicadores de una posible alteración mental.
El retraso en la adquisición de las habilidades psicomotoras, la ausencia del lenguaje hablado o su instauración siguiendo un patrón inusual también puede ser una señal de que algo no va bien, así como el hecho de que los niños no sean capaces de relacionarse con quienes les rodean. Los miedos demasiado intensos o las fobias a determinados elementos también pueden ser un indicador de un trastorno mental severo en ciernes.
No obstante, vale destacar que si bien estos síntomas pueden ser una señal de un trastorno mental severo también pueden deberse a una alteración leve o incluso, a una fase inusual del desarrollo infantil. Por eso, aunque es conveniente consultar a un especialista ante la presencia de cualquiera de estos síntomas, es importante no alarmarse y mantenerse atento a la evolución de los mismos.
Las implicaciones de los trastornos mentales severos en la vida de un niño
Más allá de los síntomas de un trastorno mental severo, existen otras implicaciones para la vida de los niños. Padecer un trastorno mental grave suele afectar el adecuado desarrollo cognitivo infantil, lo que se traduce en una discapacidad intelectual y un retraso en el aprendizaje. De hecho, la mayoría de los niños que padecen un trastorno mental severo suelen tener más dificultades para aprender nuevos conocimientos y desarrollar sus habilidades. La capacidad de análisis, la resolución de problemas y el proceso de pensamiento suelen ser las áreas más afectadas.
Asimismo, es habitual que los niños con un trastorno mental severo sufran alteraciones emocionales, más allá de las derivadas de la patología. Esto significa que suelen ser más propensos a los cambios de humor y a padecer problemas emocionales como la ansiedad o la depresión. De la misma manera, tienden a ser más inestables emocionalmente hablando y a tener una baja autoestima y autovaloración. También son mucho más vulnerables a padecer estrés.
Sufrir un trastorno mental severo también repercute en la vida social de los más pequeños. A menudo suelen tener dificultades para relacionarse con sus coetáneos o quienes les rodean, esto debido a que poseen escasas habilidades sociales. En muchos casos, también les resulta complicado ser empáticos y ponerse en el lugar de los demás, así como expresar de manera asertiva sus emociones y sentimientos.
Padecer un trastorno mental severo también se relaciona con la aparición de problemas académicos y una mayor deserción escolar. Aunque hay múltiples excepciones, a muchos de los niños con un trastorno mental severo les resulta difícil abrirse paso en el mundo educativo, por lo que a menudo son más susceptibles a la baja escolarización y altas tasas de fracaso escolar. A la larga, esto se traduce en un menor éxito profesional.
Una actuación temprana, la clave para atenuar sus consecuencias
Si bien muchos de los trastornos mentales severos no tienen cura, una detección y actuación temprana puede ralentizar o impedir su evolución a la cronicidad y atenuar los síntomas en la infancia y, posteriormente en la adultez. Asimismo, puede ayudar a los niños a aceptar y entender por qué son diferentes al resto, ofreciéndoles recursos que les faciliten la gestión de sus emociones y su comportamiento.
Una buena actuación temprana también puede estimular la neuroplasticidad cerebral, contribuyendo a que otras regiones del cerebro asuman el trabajo de las funciones afectadas, lo que se traduciría en una mejoría de los síntomas del trastorno y una mayor adaptabilidad, como reveló un estudio sobre la detección temprana del autismo de la Asociación Pediátrica Canadiense. Asimismo, puede reducir la aparición de otras alteraciones secundarias y concomitantes como la ansiedad, la depresión u otros problemas emocionales.
De la misma manera, tratar los trastornos mentales severos en la primera infancia puede ayudar a los niños a integrarse mejor a su entorno, brindándoles herramientas para desarrollar sus habilidades sociales. Esto sin contar que también puede ser una buena estrategia para reducir el riesgo de fracaso académico, los problemas de aprendizaje y la deserción escolar.
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