La trampa de la hiperpaternidad
No caigas en la trampa de querer ser perfecto
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Muchos padres quieren ser perfectos pero la realidad es que esa perfección no existe por mucho que queramos crearla. Vivimos en una sociedad donde la vida con prisas es lo normal y queremos que a nuestros hijos no les falte de nada en ningún momento. Esto está bien, pero siempre y cuando no tengamos que sobrepasar los límites en el que el niño pierde contacto consigo mismo esperando a que los demás les resuelvan todo.
Cuando se cae en la trampa de la hiperpaternidad, los padres sienten que sus hijos lo son todo, y hasta aquí todo está bien. El problema empieza a surgir cuando los padres les resuelven todos los problemas diarios a sus hijos, cuando se convierten en chóferes, cuando hacen los trabajos manuales de la escuela en lugar de ayudarles, cuando los niños tienen la agenda repleta de actividades extraescolares porque los padres quieren que sean los mejores en todo en lugar de centrarse en sus gustos personales y en permitir a los hijos que tengan tiempo para ser niños.
Se pasa de la atención plena a la veneración
Los padres que caen en la trampa de la hiperpaternidad querrán lo mejor para sus hijos y son capaces de criticar la labor de los maestros, de los entrenadores e incluso de los profesores de universidad. Se centran en escoger la mejor escuela pensando que las privadas son las mejores… Ofrecen a sus hijos toda clase de recursos que piensan que son buenos para ellos, pero no les preguntan qué es lo que quieren. Intentan que sean los mejores en todo pero después no les permiten tener responsabilidades en el hogar, no les enseñan tareas domésticas e incluso, no les permiten tener problemas ya que se los resuelven todos. Esto creará en el niño una sensación de miedo e incapacidad hacia el mundo externo que sólo conseguirá el efecto contrario al éxito que tanto anhelan los padres.
Los padres tienen puestos a sus hijos en un altar y les veneran. Muchos de ellos no quieren ver la realidad en las capacidades de sus hijos, ni tampoco quieren ver los posibles defectos, sólo se centran en las virtudes ya sean reales o inventadas. Pero los niños para poder tener una buena autoestima necesitan sentir el error en su experiencia, saber que sus padres están a su lado para guiarle y orientarle para que aprendan a desenvolverse ellos solos y que no están ahí para hacerles todo y crear una frágil burbuja de cristal a su alrededor (y muy fácil de romper).
Una paternidad más relajada es posible y es mejor
Es necesario echar el freno y darnos cuenta como padres qué es lo que estamos haciendo con nuestros hijos. ¿Están siendo felices o están estresados y empiezan a tener una tolerancia cero a la frustración? Es necesario tener una paternidad más relajada y enseñar las cosas realmente importantes a los niños: autonomía, aprender de los errores, constancia, esfuerzo, que tengan tiempo para jugar, que sean niños, que ser el mejor en algo no siempre es el éxito…etc. En definitiva, enseñarles a tener un buen desarrollo personal y a crecer con una buena autoestima que les ayudará a tener éxito en la vida.
La sobreprotección sólo crea niños con miedo, estresados, inseguros y que se sienten incapaces para hacer cualquier cosa. A los niños se les debe dejar cierta libertad de error para que vean por ellos mismos cuáles son sus capacidades o dónde están sus límites.
Es necesario tener tiempo para estar en familia, sin necesidad de tener planes detallados o demasiado cuadriculados. Los niños necesitan jugar, necesitan aburrirse y buscar formas de entretenimiento. Necesitan probar y equivocarse, necesitan tener responsabilidades y tener independencia suficiente para sentir que ellos también son capaces. Para no caer en la trampa de la hiperpaternidad, es necesario confiar más en los hijos, en todos los aspectos.
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