Familia

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Mª José Roldán

Mª José RoldánMaestra y Psicopedagoga

¿Alguna vez has escuchado alguno de estos términos cuando se refieren a los hijos? En realidad, los tres términos significan lo mismo: hijos que asisten y absorben las quejas y el malestar familiar. Hogares donde los conflictos emocionales están a la orden del día y los demás son víctimas de lo mal que les van las cosas… pero donde tampoco se pone remedio. Ser víctimas es algo natural en este tipo de familias y los niños lo pasan mal.

Los padres hablan sobre conflictos delante del niño sin remordimiento ninguno, tratan sobre temas delicados como si el niño no estuviera delante, como si no se enterase de las cosas que se están diciendo. En realidad, los niños comprenden todo y lo que es peor, pueden sentirse mal al escuchar algunos relatos. Aunque hay algo que es aún más peligroso para la salud mental infantil: cuando se busca consuelo en el menor.

Los niños no tienen la capacidad para apoyar a los adultos ante problemas emocionales, ¡ellos necesitan aprender aún mucho sobre todo esto! Y de hecho, les estarás haciendo una grave herida emocional como no controles tu papel de víctima en tu familia.

Los padres deben proteger a sus hijos, ¡nunca al revés!

Para que un núcleo familiar esté fuerte, es importante que los niños se sientan protegidos por sus padres todo el tiempo. Cuando los niños sienten que son ellos los protectores de sus padres, algo se resquebraja en su interior y es muy difícil que esa herida se cure, ni siquiera en la vida adulta.

Los adultos, los padres… somos los responsables absolutos de que los niños sientan nuestro amor incondicional todo el tiempo. Que sepan que estaremos a su lado siempre, pase lo que pase. Los padres inmaduros en cuerpos de adultos solo criarán niños rotos y con graves problemas emocionales en su futuro.

Los niños que sienten que deben proteger a sus padres, crecerán sin las habilidades suficientes para desarrollarse en el mundo que les rodea. Su mente y su corazón no estarán bien conectados y se convertirán en personas inútiles, dependientes y sin confianza en sí mismos. Tendrán la autoestima rota en mil pedazos.

No le robes la energía a tus hijos

Cuando te comportas de esta manera con tus hijos (y no sabes ser un adulto responsable), solo estarás robando la energía a tus hijos, estarás comportándote de manera tóxica.

Este tipo de comportamientos suelen ocurrir en familias donde hay adultos:

  • Depresivos
  • Inestables
  • Inmaduros
  • Conflictivos
  • Víctimas del mundo

Los niños que sufren este tipo de problema familiar, parecen:

  • Maduros
  • Resueltos
  • Listos para afrontar problemas

Pero no son niños maduros… simplemente no les queda otra opción que serlo. Intentan alegrar el ambiente, son niños que se están enfermando gravemente a nivel emocional por intentar sanar a su familia… Un papel que no les corresponde y que les causará graves heridas en su corazón. Se les está robando una infancia que nunca más volverá.

Jamás hay que pedir consejo a un niño para tomar decisiones importantes o para que te dé su opinión cuando existen problemas familiares. Ese no es su papel, nunca deberían ser sus problemas. Es un ambiente tóxico que se mete en el alma del pequeño y que lo envenenará poco a poco, sin que apenas te des cuenta.

A medida que el niño crece, puede tener comportamientos retraídos, depresivos, puede padecer ansiedad, obsesionarse con el físico, la obesidad… todos pensarán que es su manera de ser, en lugar de caer en la cuenta de la grave herida emocional que se ha ido creando en su corazón con el paso de los años, mientras su infancia fue sacrificada por el egoísmo e inmadurez de los padres.

Un niño que no ha sido la prioridad de los adultos crecerá con miedos, inseguridades, preocupaciones, ansiedad, dependencia emocional… y lo peor, es que muy probablemente repetirá patrón con sus relaciones más cercanas, inclusive sus hijos en el caso de que los tenga en un futuro.

Absorben los problemas de su familia y los viven como si fuesen suyos, como si fuese su responsabilidad, cuando no es así. Descuida su vida por atender “la oscuridad” familiar. Estos niños deben aprender a marcar límites o hacer terapia para poder encontrar ese orden interno que se ha convertido en caos por culpa de la “no crianza” que han recibido en el seno familiar.

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