Happy slapping: ¿Qué es y cómo afrontarlo?
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El “happy slapping” o “bofetada feliz” es una de las tantas caras del bullying. El término nació en Reino Unido en el año 2005, aunque no ha sido hasta hace muy poco que se ha extendido a España. Básicamente, se trata de una forma de acoso y violencia en la que se graba una agresión y se cuelga en la red con el objetivo de agravar la humillación. Este fenómeno está cobrando cada vez más fuerza, hasta el punto que se estima que unos 76.643 niños y jóvenes españoles han sido víctimas de este tipo de acoso.
¿En qué consiste exactamente el happy slapping?
A diferencia de otras formas de acoso, una de las características que distingue al happy slapping es la planificación premeditada de la agresión física, verbal o sexual a la víctima. Como parte de esa planificación, el agresor busca una excusa para aislar a su víctima y elige el lugar donde llevará a cabo la agresión, a menudo un sitio en el que no le puedan interrumpir. La víctima suele ser un niño/a que ya sufría bullying con anterioridad, en el 61% de los casos se trata de un amigo o compañero.
Por lo general, también existe un acuerdo previo sobre cómo y cuándo llevar a cabo la agresión entre el agresor y otra/s persona/s, que son las encargadas de grabar el evento. Sin embargo, vale aclarar que en ocasiones la grabación puede ser espontánea, es decir, uno de los espectadores decide grabar voluntariamente la agresión.
En el happy slapping, la agresión es solo la primera fase del acoso, una vez concluida se pasa a la segunda etapa que es la que realmente caracteriza a este tipo de bullying: la difusión del suceso a través de canales digitales, usualmente las redes sociales. En este momento, el propio agresor o quien/es le acompaña/n se encarga/n de subir el contenido a Internet en un intento de fortalecer su ego personal y humillar aún más a la víctima.
Las consecuencias del happy slapping
El happy slapping tiene consecuencias mucho más devastadoras que otras formas de bullying ya que la difusión de las imágenes hace que el daño persista. A los efectos físicos y/o verbales de la agresión se suma la humillación pública ya que a veces las imágenes tienen miles de visualizaciones y pueden llegar a hacerse virales. En estos casos, el niño/a afectado/a se expone además a ser ridiculizado por los internautas, lo cual potencia las consecuencias negativas de la agresión.
En los casos de happy slapping la víctima pasa de ser “invisible” a convertirse en una persona “reconocible”. Esto no solo aumenta su vergüenza sino que le convierte en una persona más vulnerable y le expone a ataques de nuevos agresores.
Desde el punto de vista psicológico, este tipo de exposición en las redes sociales puede afectar notablemente la autoestima del niño/a y dañar su equilibrio emocional. A la larga, es más propenso a sufrir depresión, trastornos del sueño, problemas académicos y en algunos casos incluso, puede llegar al suicidio.
¿Cómo actuar ante un caso de happy slapping?
El primer paso para afrontar el happy slapping consiste en identificarlo. En estos casos, los niños suelen ser muy reservados por temor a las represalias que puedan tomar sus padres, pero siempre existen algunas señales que desvelan el problema. Los cambios en el estado de ánimo del niño/a, en sus funciones básicas como sueño o alimentación, en su relación con los amigos o familiares, sus rutinas o el uso que hace de la tecnología pueden ser un indicador de que algo no va bien.
Ante este tipo de situación, mantener una buena comunicación con el menor es fundamental, no solo permitirá detectar las señales del abuso sino que además hará que el niño/a se sienta lo suficientemente cómodo/a para hablar sobre lo que le sucede. Mostrarse receptivo, estar dispuesto a escuchar e interesarse por el día a día del menor es fundamental para ganarse la confianza del pequeño.
Una vez detectado el happy slapping, el siguiente paso será recurrir a los canales legales para solucionar el problema. Si el agresor acude al mismo colegio del niño/a, es importante informar a los profesores y directivos para que tomen cartas en el asunto. Otra opción es hablar directamente con los padres del agresor y, si el problema persiste, se debe poner en conocimiento de los cuerpos policiales.
De cualquier manera, es importante profundizar en las heridas emocionales que causa el happy slapping en las víctimas. Permitir que el niño/a o el adolescente se desahogue y hable sobre sus emociones le ayudará a canalizar su resentimiento y frustración. Sin embargo, también es esencial transmitirle seguridad, confianza y, sobre todo, cariño. La recuperación no siempre es fácil, a algunos les cuesta más sobreponerse que a otros, en cuyo caso siempre se puede acudir a un psicólogo infantil.
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