¿Cómo el gateo puede estimular el desarrollo de las habilidades de lectoescritura en los niños?
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A medida que el bebé crece empieza a desplazarse por sí solo. Primero utiliza sus manos para avanzar y, más tarde, empieza a usar sus piernas para impulsarse. Para el octavo mes de vida la mayoría de los bebés ya gatean y pueden moverse solos por la casa, aunque algunos pueden tardar un poco más en lograrlo. De cualquier forma, el gateo es un paso importantísimo en el desarrollo infantil no solo desde el punto de vista psicomotor sino también psicológico.
Se ha demostrado que gatear es un ejercicio excelente para fortalecer los brazos y piernas del bebé, a la vez que le brinda mayor estabilidad a la columna vertebral. Además, mejora la coordinación entre los movimientos de los pies y las manos, estimula el equilibrio y contribuye a mantener el tono muscular. El hecho de que el bebé tenga que apoyar sus manos en el suelo le abre un mundo de sensaciones táctiles completamente nuevas para él. Al gatear también aprende a coordinar ambos lados del cuerpo y a controlar sus reacciones y respuestas automáticas, así como a percibir su esquema corporal.
Diversos estudios han encontrado que aprender a gatear también beneficia el desarrollo cognitivo de los bebés: potencia su creatividad, facilita la conexión entre ambos hemisferios, crea nuevas rutas de información neuronal y estimula la maduración de las habilidades que le permitirán aprender a leer y escribir más adelante. De hecho, se estima que el 95% de los niños que no gatean presentan problemas en la lectoescritura y el 5% de los que no los tienen es porque los han superado trabajando la manualidad.
El gateo, un paso de transición importante para el desarrollo de la lectura y la escritura infantil
Desde que el bebé está en el vientre materno, su cerebro se está desarrollando, pero no es hasta que nace y empieza a interactuar con su entorno que se interconectan las distintas áreas cerebrales y se articula el sistema de redes neuronales que facilitan la posterior maduración de sus habilidades cognitivas. En este proceso, el gateo desempeña un papel fundamental.
Gatear estimula el desarrollo del patrón cruzado, una función cerebral que se encarga de regular el desplazamiento corporal manteniendo en equilibrio las distintas zonas del cuerpo. Esta función cerebral también participa en la formación del cuerpo calloso, una enrevesada red de fibras que conecta a ambos hemisferios y que es la base de la futura lateralización.
Con la llegada de la lateralización el pequeño empezará a tener referentes corporales más claros, así como una mejor orientación espacial que resultará vital para el desarrollo de la lectoescritura. Asimismo, desarrollará la dominancia ocular motora y sensorial que le facilitará el aprender a leer y escribir con mayor soltura y rapidez.
Al gatear también desarrolla la coordinación mano-ojo y la convergencia visual y empieza a percibir su entorno de forma tridimensional, habilidades que le permitirán ejecutar acciones mucho más complejas como calcular la distancia desde sus ojos hasta el libro o su mano, seguir con la vista las palabras mientras lee y percatarse de la profundidad de los trazos en sus dibujos.
Mientras el niño gatea se estimula además la sensibilidad táctil de la palma de la mano, lo que beneficia el desarrollo de la motricidad fina que, en el futuro, se traducirá en un mejor control del trazo en la escritura. En este período también aparece la pinza de agarre, una habilidad que le permitirá agarrar y sostener objetos pequeños y más adelante, el lápiz.
Obviamente, mientras antes empiece a gatear el pequeño, antes desarrollará la lectoescritura. De hecho, se ha demostrado que los niños que comienzan a dar sus primeros pasos a los 7 u 8 meses suelen aprender más rápido a leer y escribir que los pequeños que han empezado a gatear a los 9 o 10 meses de vida.
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