Experiencias traumáticas en la infancia, ¿cómo influyen en los niños?
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Un trauma emocional y psicológico es el resultado de los acontecimientos estresantes que rompen con el sentido de seguridad de una persona haciéndole sentir indefenso ante un mundo lleno de peligros. Las experiencias traumáticas a menudo implican una amenaza para la vida ya que una situación abrumadora puede ser traumática incluso cuando no se trata de daños físicos. No son sólo los hechos los que determinan si un evento es traumático, pero sí la experiencia emocional que se viva ante ese evento. Cuando una persona se siente asustado e indefenso es muy probable que tenga probabilidades de traumatizarse ante un contexto determinado.
Salud física en los niños
Desde la infancia y hasta la adolescencia la biología del organismo se desarrolla. La función biológica normal se determina en parte por el medio ambiente. Cuando un niño crece en mitad del miedo o bajo el estrés constante o extremo a causa de algún trauma, el sistema inmunológico y los sistemas de respuesta al estrés del cuerpo no pueden desarrollarse normalmente.
Después cuando el niño o adulto se exponen a los niveles normales de estrés, estos sistemas pueden responder de forma automática como si la persona estuviera bajo un estrés extremo, experimentando los mismo síntomas de ansiedad. Por ejemplo, si un niño ha experimentado ansiedad frecuentemente con respiraciones rápidas o taquicardias, puede sufrir lo mismo siempre que se presenten situaciones de estrés, aunque sean de baja intensidad.
Estas respuestas son adaptativas y aparecen siempre que exista una amenaza significativa sea de la proporción que sea, por eso en ocasiones pueden haber «reacciones exageradas». El estrés causados por traumas pueden perjudicar el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso en niños. La ausencia de estimulación mental en entornos negligentes pueden limitar a que el cerebro se desarrolle con normalidad y con todo su potencial.
Los niños que crecen con historias traumáticas
Los niños que han vivido traumas complejos pueden desarrollar síntomas físicos crónicos o recurrentes tales como dolores de cabeza o de estómago que le dificulten una buena calidad de vida en el día a día. Los adultos que han tenido traumas en su infancia han demostrado tener problemas de salud crónicos. Además, estos adultos pueden tener más probabilidades de tener comportamientos de riesgo para su salud como por ejemplo fumar, abusar de sustancias tóxicas, malos hábitos alimenticios o poco ejercicio que produce obesidad, etc.
Además, hay jóvenes que sufrieron traumas que con frecuencia pueden responder de forma desproporcionada a los estímulos sensoriales. Ellos pueden ser hipersensibles a los sonidos, olores, tacto o incluso a la luz… incluso pueden tener problemas con la conciencia del dolor y lesionarse o sufrir problemas físicos sin ser conscientes de ellos (o a la inversa: sentir dolores crónicos sin una causa física).
La salud emocional
Los niños que han sufrido traumas complejos a menudo tienen dificultades para identificar, expresar y controlar las emociones, y además, pueden tener un lenguaje limitado para poder exteriorizar estos estados. Pueden interiorizar o exteriorizar las reacciones de estrés y como resultado pueden experimentar depresión, ansiedad o ira. Sus respuestas emocionales pueden ser impredecibles o explosivas. Un niño puede reaccionar a un recordatorio de un evento traumático con temblores, ira, tristeza o incluso evitándolo… pueden tener dificultades para calmarse cuando está alterado.
Los traumas son a menudo de naturaleza interpersonal, incluso las interacciones ligeramente estresantes con otros pueden servir de recordatorios del trauma y desencadenar respuestas emocionales intensas. Los niños son más propensos a percibir las situaciones como estresantes o peligrosas. Esta postura puede ser defensiva cuando un individuo está bajo un ataque, pero puede ser problemático en situaciones normales.
La dificultad para manejar las emociones es algo generalizado y puede repercutir en las relaciones interpersonales ya que puede que les cueste calmarse cuando están molestos o que se abrumen con facilidad. En la escuela se pueden frustrar con facilidad o tirar la toalla rápidamente ante cualquier tarea que presente un pequeño desafío. Además los niños que han experimentado eventos traumáticos también pueden tener más probabilidad de ser más miedosos ante muchas situaciones y experimentar depresión.
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