Qué es el estrés tóxico en la vida de los niños
El estrés tóxico nunca es buen compañero de viaje
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El estrés es una parte normal de la vida, y nuestra respuesta también. La respuesta fisiológica al estrés está interiorizada en nosotros y es la forma de evolución que nos mantiene vivos. En momentos de estrés, nuestro corazón late más rápido, nuestra presión arterial se eleva y existe adrenalina y cortisol (la hormona del estrés). El estrés nos puede hacer más fuerte, más rápidos o incluso estar más alerta al entorno. En resumen, los cambios fisiológicos que acompañan al estrés, están para darnos recursos físicos y que podamos hacer frente a cualquier circunstancia que se nos presente.
Pero la respuesta al estrés estaba destinada sólo para padecerlo en breves períodos de tiempo. En las dosis adecuadas, el cortisol -la hormona del estrés- que aparece en nuestro cuerpo en los momentos de estrés, nos ayudará a rendir al máximo. Cuando el cortisol se enciende y se apaga rápidamente, nos ayuda a que tengamos energía, a mejorar la memoria, a tener un mejor sistema inmune.
En cambio, cuando estamos en un entorno de estrés crónico, el estrés del cuerpo se vuelve tóxico y puede causar cambios en el cerebro y en el cuerpo. La buena noticia es que cuando esto ocurre, también hay formas de remediarlo.
Qué es el estrés tóxico
El estrés tóxico no tiene que ver sólo acerca de la tensión que se vive, sino que tiene que ver acerca de la naturaleza crónica y progresiva de la tensión. Todas las personas experimentamos estrés, es una parte normal y saludable del ser humano. Para los niños en cambio, es otra cosa. Es a través de los momentos de estrés cuando los niños aprenden resistencia, determinación, optimismo, cómo calmarse cuando las cosas se empiezan a tensar demasiado, etc.
Cuando el estrés se gestiona en un contexto con relaciones de amor, estables y con sentimientos de confianza y seguridad donde los niños se sienten protegidos, es posible superar los momentos estresantes sin dejar heridas emocionales. En cambio, las consecuencias del abuso, la negligencia física o emocional… todo esto dejarán marcas y huellas emocionales difíciles de superar. También pueden haber otros motivos de estrés más indirectos como los conflictos crónicos en el hogar, adicción de los padres a discutir, depresión materna o paterna, enfermedades graves, etc.
El estrés de éstos no tiene por qué hacerse tóxico pero sí suele hacerse. Las causas principales para que éste estrés se vuelva tóxico es que no hay apoyo o una relación amorosa que pueda ayudar a amortiguar el impacto emocional. La relación no tiene que ser con un padre o una madre, puede ser con cualquier adulto que pueda ser de referencia para el niño o la niña.
El cerebro, el cuerpo y el estrés tóxico
Cuando el cerebro está constantemente expuesto al estrés tóxico, se ‘desconectará’ de esta entorno. El cerebro seguirá trabajando, pero creará en los niños vulnerabilidad a la ansiedad, depresión y menor resistencia al estrés. El estrés tóxico afecta a las personas de todas las edades y los efectos a largo plazo serán diferentes dependiendo de la edad de la persona y la etapa del desarrollo en la que se encuentre el cerebro cuando estén expuestos a dicha tensión constante.
En el cerebro de los niños se producen más daños al efecto del estrés tóxico. Un cerebro infantil está creciendo, está en desarrollo y absorbe gran parte de lo que se expone en el medio ambiente. Esto hará que sea más vulnerable a algunas influencias químicas como las hormonas del estrés, que pueden causar cambios a largo plazo. El estrés durante este período deberá tener un amplio impacto, sobre todo en el aprendizaje y la memoria. El estrés tóxico durante la infancia y la adolescencia causará problemas de atención, de impulsos y de control emocional en el niño/a, ya que son éstas las partes del cerebro que se están desarrollando rápidamente durante la infancia. En definitiva, el estrés puede afectar a la memoria, la cognición y la emoción.
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