Educar el cerebro en positivo con el bote de la felicidad
El mejor regalo para tus hijos es potenciar su cerebro en positivo
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El cerebro en positivo es el mejor regalo que cualquier padre puede hacer a sus hijos. Pensar en positivo sin dejar de lado la realidad y buscando soluciones en lugar de quedarse anclado en la oscuridad del problema, es sin duda la mejor herramienta para la vida. Es una habilidad necesaria que todos deberíamos practicar para vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.
La vida puede ser mucho más sencilla de lo que nos podemos imaginar cada mañana. El estrés al que estamos sometidos puede pasarnos factura emocional y físicamente y por eso es importante saber qué hacer para entrenarnos en positivo y que al mismo tiempo, nuestros hijos reciban este maravilloso regalo como lo llama Elsa Punset: cerebro en positivo. Para entrenar el cerebro en positivo hay que hacerlo de forma natural, sin forzar… sabiendo que es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y por nuestra familia.
Entrenar nuestro ‘piloto automático’
Es necesario dejar de funcionar en piloto automático. Estamos programados para sobrevivir y las rutinas nos encantan porque nos dan seguridad y nos hacen sentir bien, esto no está mal. Pero no hay que olvidarse que la vida también está llena de cosas buenas y hay que decirle al cerebro que no todo es malo, por mucho que esté programado para protegernos de todo lo malo.
Elsa Punset afirma que dentro de las rutinas cada acción y cada pensamiento dejan una huella en el cerebro aunque no seamos plenamente conscientes de ello. Es como un mecanismo activado en nuestra vida, pero es necesario empezar a cambiar las rutinas por otras positivas y hacerlas de forma consciente. Pensar cada día en qué podemos mejorar, descubrir qué es lo que no nos funciona para poder desaprenderlo. Hay que repetir muchas veces una cosa para que el cerebro lo aprenda y esto es necesario para desarrollar el cerebro en positivo.
La importancia de la comunicación en positivo
Es necesario que para que los niños entrenen el cerebro en positivo se trabaje la buena comunicación familiar. Las personas podemos encontrarnos en dificultad cuando queremos expresarnos emocionalmente o cuando queremos hablar de nuestros problemas, sean del tamaño que sean. No hay que dejar que las situaciones se enquisten y por eso es importante acostumbrar a los niños a que se comuniquen y a que expresen las cosas que les preocupan o les molestan para buscar soluciones. No es hablar solo de lo malo, si no también de las cosas buenas.
La alegría en las familias es necesaria para trabajar la comunicación. Con alegría la toma de decisiones familiares son más fáciles. Preguntar qué se puede hacer sin confrontaciones, sin agresividad… desde el respeto y la comprensión. Los niños se ponen delante de los problemas para saber qué hacer para mejorar la situación. Los niños sienten que tienen el control, gestionarán mejor sus emociones y sabrán que si quieren, siempre pueden mejorar las cosas.
El bote de la felicidad de Elsa Punset
Los niños deben aprender a pensar en positivo cuanto antes y por eso Elsa Punset ha pensando en el ‘bote de la felicidad’. Es una iniciativa para practicar en familia. La idea es tener en casa un gran bote que sea transparente y todas las noches los miembros deberán meter una nota con lo bueno que ha pasado a lo largo del día. Puede ser cualquier cosa: la amabilidad del cajero del supermercado, un abrazo de un amigo, un rato jugando en el jardín, un baño de espuma… Cada uno deberá identificar sus alegrías diarias.
Escribir estos momentos sin dejarlos pasar para que el cerebro por la noche no recuerde lo malo, sino que se vaya a dormir recordando lo bueno. Así las decepciones o los momentos menos agradables quedan fuera de la mente. Al escribirlo el cerebro lo fija en la memoria. El cerebro está programado para recordar las cosas malas y darle vueltas, pero las buenas no y es necesario ser consciente de este fallo en nuestro cerebro y trabajar para que cambie.
Si los niños piensan desde pequeños en positivo, cuando sean mayores sabrán encontrar el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, y de forma automática. Igual que se lavan los dientes cada día, pueden aprender a pensar en positivo.
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