Deja de presionar a tu hijo: aprende a su ritmo
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Muchos padres no lo hacen a propósito, pero a veces presionan a sus hijos con la intención de que aprendan más rápido, sin tener en cuenta su ritmo o la capacidad de aprendizaje que tienen dependiendo de su edad o de su desarrollo. Cuando un niño de 4 años escribe su nombre los padres están muy orgullosos, pero cuando no lo hace se sienten mal pensando que si otros niños sí lo hacen, es porque quizá algo anda mal en su pequeño.
Nada más lejos de la realidad, cada pequeño tiene su propio ritmo de aprendizaje y debe respetarse para que pueda desarrollarse eficazmente. Cuando se presiona a un pequeño para que haga cosas para las que aún no está preparado, estaremos generándole frustración y ansiedad innecesarias. Estos sentimientos negativos tienen consecuencias en el futuro, ya que podría sentirse inseguro o incapaz, algo que afectaría muy negativamente a su aprendizaje futuro, en cualquier ámbito de la vida.
Forzar el aprendizaje es contraproducente
Forzar un aprendizaje cuando aún no están preparados para ello puede hacerles mucho daño emocionalmente. Desgraciadamente, los padres nos dejamos llevar por una sociedad competitiva, queremos ser (o aparentar) los mejores sin importar nada más. Esto se lo transmitimos a los niños marcándoles un ritmo de aprendizaje irreal.
Cuando se fuerza a los niños a aprender cosas para las que aún no están preparados les estarás creando una herida emocional difícil de curar. Le dices a tu hijo que es capaz de hacerlo, pero no respetas su tiempo para conseguirlo y cuando no lo hace, te decepcionas y a él, le aparecen sentimientos muy negativos difíciles de gestionar a una edad temprana.
Es una presión innecesaria que deja secuelas emocionales pero también físicas. El cerebro de los niños aprende a su ritmo, y solo en el momento en que se siente capaz para hacerlo, lo consigue. Su tiempo de maduración no tiene que ser igual al de otro niño y respetarlo es fundamental para que se desarrolle. Por este mismo motivo, hay que evitar la tentación de comparar a nuestros hijos con los demás.
Por ejemplo, si intentas que un niño aprenda a leer o a escribir antes de tiempo, solo le estás haciendo sufrir. El pequeño relacionará el sufrimiento con el aprendizaje… y esto lo llevará en su corazón toda la vida, con las terribles consecuencias que eso le provocará en su futuro académico, profesional y personal.
Si tu hijo no sabe leer, sumar o restar con 7 años, no significa que sea menos inteligente que otros niños, simplemente que tiene su propio ritmo de aprendizaje que hay que respetarlo. Hay que continuar enseñándole a hacerlo, pero sin forzarle a saberlo. Con motivación y buenos modos, el niño antes o después lo aprenderá… porque esa es la magia del aprendizaje.
Algunas consecuencias de forzar a los niños a que aprendan sin tener en cuenta su propio ritmo son las siguientes: baja autoestima, inseguridad, ansiedad, sentimiento de inferioridad, ira reprimida, comportamiento violento, frustración permanente, etc.
Aprender con motivación y emoción
Para que se aprenda realmente un niño debe sentirse involucrado directamente en ese aprendizaje, ¿y cómo se consigue? A través de la emoción y de la motivación. Sin presiones, sin forzar, sin comparaciones. Respetando su ritmo y su capacidad.
Si hay motivación, hay atención. Si hay atención, hay memorización. Si hay memorización, se fabrica el conocimiento. Y cuando hay emoción… todo se afianza realmente en la mente. Los niños aprenden más y mejor cuando las emociones entran en escena, ¡por eso se dice que los niños aprenden jugando, cantando y bailando! Porque son formas que les hacen sentir bien y por lo tanto, el aprendizaje se interioridad antes.
Para ayudar a que tu hijo pueda aprender con motivación y emoción es fundamental que no le presiones ni le fuerces. Si alguna vez lo has hecho, no hay tiempo de arrepentimientos, pero sí puedes reparar el daño que le has provocado de manera inconsciente, porque tú solo querías ayudarle a mejorar.
Para ayudarle nunca dejes de poner la atención en la motivación hacia ese aprendizaje determinado. Permite que aprenda a su ritmo, de la manera en la que se sienta más cómodo. Permite que entre en contacto con la naturaleza, que haga deporte, que socialice con sus iguales. Deja que sea un niño y sus habilidades se desarrollarán casi por arte de magia.
No le obligues a pasar horas sentado delante del papel y el lápiz. Tampoco de los libros. Sí, hacerlo es fundamental, pero no durante horas prohibiéndole que se divierta o que simplemente, disfrute de su infancia.
Marca un horario para el aprendizaje, intenta que sea divertido… y luego, permite que tenga tiempo lúdico para hacer lo que quiera. Para que juegue, para que lea lo que le apetezca, para que pinte, para juegue con sus amigos, para hacer guerras de almohadas en casa o para ayudarte a cocinar. Te sorprenderás de lo mucho que comenzará a avanzar en sus aprendizajes cuando se sienta preparado y listo para hacerlo. ¡Confía en la capacidad de tu hijo!
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