Carta de una madre desesperada porque su marido NO hace nada en casa
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Afortunadamente en la sociedad en la que vivimos hoy en día cada vez son más los hombres que se implican en el cuidado de los hijos y del hogar, ¡porque así debe ser! Ambos progenitores trabajan y ambos deben compartir las tareas, tanto dentro como fuera del hogar. Pero desgraciadamente, quedan personas (tanto hombres como mujeres) que tienen cierto aire machista en su personalidad y esto, debe erradicarse cuanto antes.
Celeste Erlach
Hoy queremos hablarte de una carta que escribió Celeste Erlach a su marido porque ella ya no podía más. Lo hacía todo en casa y el marido no hacía nada. Sentía que se iba a romper si no le pedía ayuda a su pareja porque ella se encargaba no solo de toda la casa, sino también de sus dos hijos pequeños, que además uno era un bebé… ¡y todo el mundo sabe lo absorbentes que son los niños pequeños y los bebés! Ella dejó claro a su marido que si ella “se rompía”, era algo que le afectaría no solo a ella, sino también a los niños y a él mismo.
Ella tiene 35 años y es experta en marketing y la gota que colmó el vaso fue cuando le pidió a su marido que vigilase al bebé y a los 20 minutos, él volvió a la habitación con el bebé en brazos mientras el pequeño lloraba y lo dejó en la cuna al lado de ella, como diciendo que no iba a vigilarle más y que se encargase ella del bebé… En ese momento Celeste sintió que quería empezar una pelea épica puesto que ella estaba con el bebé y el niño pequeño durante todo el día mientras hacía todo lo demás del hogar, solo le pidió a su marido que cuidase al bebé un par de horas para poder descansar… Y no lo obtuvo.
Experiencias machistas del pasado
Tanto ella como él crecieron en hogares machistas, donde las madres se ocupaban de todo. Unas madres que aguantaron años y años de dureza emocional y que muchas de ellas, no lograron ser felices. Son patrones que se dieron en el pasado pero no se tienen por qué repetir. Celeste expresa en la carta las tareas diarias en las que necesita a su marido… ¡Pero es que son tareas de ambos y no debería pedir ayuda!
Muchas mujeres se han puesto en contacto con ella para agradecer lo que ha escrito porque ha dejado plasmado cosas que muchas mujeres piensan y que muchas de ellas no se atreven a decir a causa de las vidas machistas que tuvieron en su pasado… Han normalizado lo que no es normalizable… ¡las mujeres no son esclavas! La carta deja claro el camino hacia la igualdad, tan necesario aún en muchos puntos del mundo. Las madres no necesitan la ayuda de sus parejas… ¡porque son obligaciones que ambos tienen por igual!
Celeste no llegó a mostrar la carta a su marido porque la escribió para desahogarse, pero después todo lo que escribió lo habló con él en una larga charla… Y fue a partir de entonces cuando su marido se dio cuenta del despropósito que estaba creando y comenzó a asumir las responsabilidades que había dejado a un lado en su hogar. Cuando todo comenzó a ir bien, ella publicó la carta en las redes sociales como un catalizador para aquellas mujeres que se encontraban en la misma situación que ella. La carta es la siguiente.
La carta de Celeste a su marido
Querido marido,
Necesito más ayuda. Anoche fue difícil para ti. Te pedí que vigilaras al bebé para que me pudiera ir pronto a la cama. El bebé estaba llorando. En realidad, estaba quejándose. Le podía escuchar desde la planta de arriba. Se me hizo un nudo en el estómago solo de escucharle, pensando si debía bajar y aliviarle o cerrar la puerta para conseguir las horas de sueño que necesitaba desesperadamente. Elegí lo segundo.
Tú entraste en la habitación 20 minutos después, con el bebé aún llorando frenéticamente. Pusiste al bebé en la cuna y, con cuidado, empujaste la cuna más cerca de mi lado de la cama, un claro gesto de que habías terminado de vigilarle. Quise gritarte. Quise empezar una pelea épica en ese mismo momento. Llevaba vigilando al bebé y al niño todo el maldito día. Lo mínimo que podías hacer era cuidarle un par de horas por la tarde para que intentase dormir.
Solo unas pocas horas de valioso sueño. ¿Es tanto pedir? Sé que los dos hemos visto a nuestros padres seguir los roles clásicos de madre y padre cuando crecimos. Nuestras madres eran las principales cuidadoras y nuestros padres estaban relativamente liberados. Eran padres excelentes, pero no se esperaba que pasaran tiempo cambiando pañales, alimentando y cuidando a los niños. Nuestras madres eran las supermujeres que mantenían la dinámica de la familia. Cocinando, limpiando y criando a los niños. Cualquier ayuda del padre era bienvenida, pero inesperada.
Veo que estamos cayendo en esta dinámica familiar cada día más. Mi responsabilidad de alimentar a la familia, mantener la casa limpia y cuidar a los niños se da por hecha, incluso cuando llego de trabajar. Me culpo de la mayoría. He sentado el precedente de que puedo hacerlo y la verdad es que quiero hacerlo. No te ofendas, pero no estoy segura de que quiera saber qué pinta tendría una semana de cenas hechas por ti.
También veo a mis amigas y otras madres haciéndolo, y haciéndolo muy bien. Sé que tú también lo ves. Si ellas lo consiguen y nuestras madres también, ¿por qué yo no? No lo sé.
Quizá nuestros amigos están actuando en público y en realidad se pelean. Quizá nuestras madres sufrieron durante años en silencio y ahora, 30 años después, simplemente no recuerdan lo duro que era. O quizás, y esto es algo por lo que me reprendo a mí misma todos los días, no estoy cualificada para este trabajo como las demás. Y por mucho que me rebaje solo pensarlo, voy a decirlo: necesito más ayuda.
Un parte de mí siente que pedirlo es un fracaso. Lo que quiero decir es que sí ayudas. Eres un padre impresionante y haces un trabajo genial con los niños. Y, además, esto me debería salir solo, ¿verdad? Instinto maternal, ¿no? Pero soy un humana, estoy funcionando con cinco horas de sueño y estoy cansadísima. Te necesito.
Por las mañanas, necesito que prepares al mayor para que yo cuide del bebé, prepare comida para todos y tome una taza de café. Y no, preparar al mayor no significa colocarle delante de la televisión. Significa asegurarse de use el orinal, de que se tome el desayuno, comprobar si quiere agua y preparar su mochila para el colegio. Por la noche, necesito una hora para despresurizar en la cama sabiendo que el mayor está dormido en su habitación y tú estás cuidando al bebé. Sé que es difícil escuchar al bebé llorando. Créeme, lo sé. Pero si yo puedo vigilar y tranquilizar al bebé la mayor parte del día, tú puedes hacer una o dos horas por la noche. Por favor. Te necesito.
Los fines de semana necesito más descansos, momentos en los que pueda salir de casa por mi cuenta y sentirme como una persona. Aunque solo sea un paseo por el barrio o ir a hacer la compra. Y algunos días, cuando he organizado clases de natación y quedadas para que los niños jueguen y parece que tengo todo bajo control, necesito que me eches una mano. O proponerme que yo me tumbe mientras ellos se echan la siesta. O empezar a limpiar los platos sin que te lo tenga que pedir. Te necesito.
Últimamente, necesito escuchar que agradeces todo lo que hago. Quiero saber que te das cuenta de que la colada está hecha y una cena deliciosa ha sido preparada. Quiero saber que valoras que dé el pecho a todas horas y que la extraiga mediante bombeo mientras trabajo, cuando sería más fácil para mí darles leche artificial. Espero que te des cuenta de que nunca te pido que te quedes en casa cuando tienes algún partido. Como madre, está asumido que debo estar en casa a todas horas y siempre disponible para cuidar a los niños mientras estás fuera. Y sé que alimento esa idea estando, bueno, pues en casa.
Sé que no es como lo hicieron nuestros padres y odio pedirlo. Ojalá pudiera hacerlo todo y que parezca que no me cuesta ningún esfuerzo. Y ojalá no necesitase reconocimiento por hacer cosas que la mayoría de las personas piensan que debe hacer una madre. Pero estoy mostrando una bandera blanca y admitiendo que soy humana. Te estoy contando cuanto te necesito y si sigo a este ritmo me voy a romper. Y eso te haría daño a ti, a los niños y a nuestra familia.
Porque, afrontémoslo, tú también me necesitas.
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