Bullying: Cuando el acoso se genera en casa
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Cuando pensamos en el bullying, siempre suponemos que su origen se encuentra en la escuela. Sin embargo, en muchos casos el acoso escolar esconde sus raíces en el hogar, en los comportamientos violentos que, de una u otra manera, los padres, de manera más o menos consciente, terminan validando.
El bullying es una molestia constante, un acoso sistemático ser verbal, psicológico y/o físico, aunque cada vez es más común que se traslade a las redes sociales, lo que se conoce como ciberbullying. Lo usual es centrarnos únicamente en los actores, la víctima y el acosador, pasando por alto un tercer elemento que a menudo provoca o alimenta el bullying: el entorno.
Entornos familiares violentos crean niños violentos
Se estima que 3 de cada 5 casos de acoso escolar se deben a actitudes aprendidas de los padres o de su entorno habitual, ya sea porque en el hogar se producen enfrentamientos entre los adultos o por la violencia que ejercen los hermanos mayores.
Por supuesto, no se trata de desatar una cacería de brujas en la búsqueda de culpables, así como tampoco se trata de excusar los comportamientos violentos de los niños, pero es necesario tomar conciencia de la realidad en la que viven muchos menores para poder erradicar el problema del acoso escolar desde la raíz.
Si un niño vive en un entorno donde la violencia, ya sea física o verbal, se ha normalizado, es comprensible que reaccione de manera violenta cuando necesite resolver un conflicto en el colegio. No podemos obviar que presenciar conflictos con altos niveles de violencia puede configurar las respuestas de los niños, tanto a nivel cognitivo como emocional y conductual. Un niño que solo conoce la violencia, es probable que desarrolle un patrón de comportamiento violento.
Un hogar donde predominan los gritos, las humillaciones o incluso las agresiones físicas, es un hogar carente de amor, por lo que muchos de estos niños tienen profundas carencias afectivas. En algunas ocasiones, su comportamiento violento es una manera de llamar la atención, tanto de sus coetáneos como de los profesores.
Dado que estos pequeños no pueden recurrir a estrategias asertivas para obtener el cariño y la aceptación que necesitan, usan la única estrategia que conocen: la violencia. De hecho, en muchos casos estos niños no tienen nada contra la víctima, simplemente ejercen el acoso como una vía para ganarse un falso respeto de sus compañeros y ejercer cierto liderazgo en su grupo, la víctima es tan solo un instrumento para lograr ese fin.
Entornos familiares sobreprotectores generan niños vulnerables
Si cambiamos el foco y nos fijamos en el otro protagonista de los casos de acoso, la víctima, también nos daremos cuenta de que el entorno familiar contribuye, en cierta medida, a esta situación. Generalmente los niños que se convierten en víctimas de bullying son aquellos que no han desarrollado sus habilidades sociales y emocionales.
Se trata de niños solitarios que no cuentan con un grupo de amigos que actúe como una barrera, por lo que se convierten en una “presa fácil” del acosador. Según Daniel Goleman, los niños o adolescentes que suelen ser víctimas de acoso escolar no son capaces de percibir y decodificar con claridad las señales emocionales que llegan del entorno en el cual se desenvuelven; es decir, no han desarrollado su Inteligencia Emocional.
Esto conduce a la educación recibida en casa. A menudo estos niños provienen de familias donde las emociones han sido relegadas a un segundo plano, no se les da importancia o se ignoran completamente. En otros casos, los niños víctimas del acoso han recibido una educación sobreprotectora, de manera que no han tenido la posibilidad de desarrollar y poner a prueba sus habilidades sociales.
¿Cuál es la solución?
La solución al bullying comienza en casa y pasa porque los padres se mantengan pendientes de las conductas de sus hijos. Necesitan comprender que los pequeños repetirán en el colegio los patrones que ven en casa y en su entorno más cercano. También necesitan comprender que la violencia, sea cual sea su forma, nunca es una solución. Y la sobreprotección tampoco. La educación infantil debe estar orientada a criar a niños que respeten las diferencias y sean capaces de hacer valer sus valores. Y todo ello desde el amor y la confianza.
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